Me imagino a Florentino Pérez recorriendo los pasillos del Bernabéu como el fumador que se ha prometido dejarlo mañana. "Solo un fichaje más". Solo un mercado más, si el TAS lo concede. La sanción de la FIFA le afecta más que al Atlético porque cuestiona su modelo. Sitúa a Florentino ante un dilema irresoluble: en el éxito estará su fracaso y viceversa.

El presidente merengue ya se ha comportado como un adicto en este último verano. Presentó al recomprado Morata y al repescado Asensio con pompa y circunstancia por calmarse la ansiedad. Cuántas veces habrá murmurado por la mañana ante el espejo con la voz temblorosa "ha nacido para jugar en el Real Madrid", sabiendo que no lo podría decir de nadie esa tarde.

Florentino ha epatado a su clientela con al menos una nueva estrella cada verano. Al madridismo, de hecho, se le nota hambriento de novedades. Poco importa que su lujosa plantilla acabe de conquistar la Undécima. El fichaje veraniego era el título más deseado. No sólo les sucede a ellos. El metabolismo en el fútbol se ha acelerado. La voraz digestión del aficionado reclama permanentemente carne de reemplazo.

La cosa es que Zidane bien podría conquistarlo todo. Posee material suficiente. Y aunque no hubiese nuevas camisetas que vender, el año de ahorro contribuirá sin duda a limpiar la economía del club. De siempre se sabe que el ayuno purga. Podría demostrarse, en suma, que el Real Madrid no necesitaba esos fichajes de postín. Que en realidad le convendría no fichar en absoluto de vez en cuando.

Cuando dejé de fumar celebré la restauración de mi cuerpo y mi cartera. Pero también tuve que enfrentarme a esos 20 años de adicción súbitamente vacíos, absurdos. Descubrí conforme se me iba aliviando la fiebre que jamás había necesitado aquel pitillo al que atribuí tanta compañía, elegancia o relajo. La tortura del exfumador es conocer la verdad y pese a eso añorarlo porque de este veneno no se sana jamás totalmente. El pretexto para recaer nos tienta en cada convite o disgusto. Como le sucederá a Florentino cuando un día se descubra queriendo que Zidane fracase. Porque sabe que entonces se sentará en su sillón, levantará el teléfono y le dará una larga y profunda calada a un buen fichaje.