El inicio de la era Lopetegui devolvió la ilusión a la selección española, en un esperanzador primer capítulo con la misma base de jugadores y un estilo levemente retocado, que se impuso con claridad en un amistoso a una decepcionante Bélgica gracias a un doblete de David Silva.

España plasmó en los primeros minutos los mismos problemas en el balance defensivo que en la pasada Eurocopa. Los belgas se lanzaban en velocidad al ataque cuando recuperaban el balón, con líneas tan adelantadas de la Roja que quedaban al descubierto carencias en el repliegue.

Le faltaba imaginación a España mientras se maduraba el partido. Morata lanzó alguna carrera contra el mundo y en la pelea cayó lesionado. Un percance muscular le hizo retirarse en el minuto 23. El regreso de Diego Costa cambió de un plumazo la cara a España. En su primer balón, un gran detalle técnico, en una contra bien llevada. Cada vez que entró en contacto con el balón se intuyó peligro y Bélgica lo acusó. Fue cuando aparecieron los galones de Thiago, los pases entre líneas y la profundidad de Vitolo.

De su acción nació el primer gol. Silva, el centrocampista más goleador de la anterior época, recogió el balón en el punto de penalti y fusiló a la red. Era el primer tanto de la era Lopetegui.

La ventaja en el marcador instaló la comodidad en España. Ya no volvió a sufrir en el resto del partido. El centro del campo era la clave. Koke conectaba con todos mientras que Costa seguía su particular lucha por marcar y hasta se le acababa el campo buscando el mejor disparo. Los laterales aparecían en ataque y Bélgica pedía a gritos el descanso.

Hubo aspectos del primer acto que no convencieron a Lopetegui. Los corrigió para evitar la reacción en el regreso al verde de Bélgica. Apareció la presión alta y España encerró a su rival.

Después Vitolo volvía a aparecer para hacer daño a Jordan Lukaku, que se comía el recorte y cometía un claro penalti. La responsabilidad recayó sobre Silva, con Ramos en la lejanía viendo cómo engañaba con el cuerpo y materializaba el segundo. El partido estaba sentenciado.

Bélgica lo intentó hasta el final con más orgullo que fútbol. Los silbidos del antiguo Heysel mostraron la decepción de su afición. Habría sido fiesta en España de haber jugado un duelo de tan alto nivel en casa.