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Quino, de principio a fin

Íntimos de Salvo, que organizan su Memorial, recuerdan su personalidad irrepetible dentro y fuera de las canchas

Moncho Cid, Alberto Abalde, Jenaro Vázquez, Rafael Bóveda, Julio Bernárdez, Fernando Pérez, Suso Cobián y Tonecho Lorenzo, que participan en la organización del homenaje. // José Lores

De Quino Salvo, a simple vista, se destacaba la bravura y la rudeza. Cuentan que Drazen Petrovic, recién fichado por el Real Madrid, recibió una dura falta del vigués nada más emparejarse con él y se quejó amargamente a los árbitros.

- Pues aún te quedan cuatro más-, le espetó Quino.

Existe una foto significativa. Quino acaba de derribar a Audie Norris y estira el brazo para ayudarle a levantarse. Todo se condensa ahí: su fuerza geológica y su nobleza.

Bajo esa corteza vociferante existe otro Quino, el tierno que sus íntimos retratan. Es en una de las últimas visitas que le hace Chiño Abalde. El cáncer le va devorando el cerebro milímetro a milímetro.

- Esta noche he estado pensando una jugada de puta madre para tu hijo contra la zona press- le dice a Abalde por el joven Alberto, estrella emergente del Joventut. Poco después, en la madrugada del 8 de junio, Quino Salvo fallecerá.

"Me hizo llorar", confiesa Chiño, tan monumental, al relatar aquella conversación. Y aún le asoman las lágrimas otra vez como cuando, en declaraciones a la TVG, aseguraba: "Quino es un luchador y va a ganar esta batalla". Los íntimos ya sabían que no. "Y en los ojos de Alberto se notaba", menciona Julio Bernárdez.

Él y Abalde son de los que comen juntos cada miércoles. Preparan el homenaje Con ellos, Moncho Cid, Jenaro Vázquez, Rafael Bóveda, Fernando Pérez, Suso Cobián, Roberto González y Tonecho Lorenzo. Hay más implicados. La mayoría fueron compañeros de Quino, en alguna ocasión rivales, eternamente amigos. Y más. Bóveda añade: "Quino era como un padre". Es lo que surge en el anecdotario antes que glorias o jugadas. "Cada vez que teníamos problemas de algún tipo, te decías: 'Voy a ver a Quino'. Te proporcionaba la desconexión que necesitabas, te daba soluciones. Un padre", insiste.

El lugar de peregrinación dependía de dónde Quino estuviese jugando o entrenando. Bernárdez retiene una visita a Valladolid. Era aquel Fórum de Puente, Seara, Singleton, Trumbo... Quino le alivió los pesares, lo llevó a todas partes, le facilitó conocer a Mario Pesquera. Y en la gira gastronómica "jamás dejaba que pagaras nada. Podía llegar a las manos. Demasiado generoso".

Fue siempre así, de bolsillo roto, igual de accesible para los suyos en los altibajos de su existencia. Con Quino cualquier paseo podía transformarse en una aventura. En 1992, después de un Caja San Fernando-OAR, Quino se llevó a Chiño y otros colegas a la Expo. Acabaron formando una melé en plena Cartuja. Le gustaba el rugby y lo practicaba. "Jugaba muy bien de tres cuartos", sostiene Bernárdez. Abalde detalla: "Es que el deporte ha cambiado mucho en cuanto a preparación física y estética, pero Quino era un prodigio de la naturaleza: potente, rápido, eléctrico en los movimientos cortos".

Pudo ser otro su camino. Fernando Pérez lo conoció en una pachanga futbolera de verano. "Le metía una brea a los futbolistas que iban allí". Tonecho Lorenzo lo acogió en el vestuario del Obradoiro. "Vino como júnior, pero se comportaba como un sénior. Una vez organizamos un partido de fútbol sala con público contra el Peña Vilas, el campeón de Santiago. Ganamos los baloncestistas por 10-2". Antes, más joven, en As Travesas cogió un balón de balonmano y lo estrelló con tal violencia contra el travesaño que "en el Octavio querían que fuese a entrenar con ellos". Y en Zaragoza, fichado por el Helios, lo tentaron desde el Aragón Promesas, el filial del Zaragoza. "Pais, el entrenador, que había jugado con los "Cinco Magníficos", veía en él a un gran líbero".

En todas esas encrucijadas, y aunque dudase ("en el fútbol ganaríamos más", le decía a Tonecho), acabó decantándose por su primer amor. En los registros de la élite sobresale por su versatilidad defensiva. Solía marcar a la estrella rival, del base al cuatro. "En aquel tiempo tenía mucha fama un especialista italiano, Romeo Sacchetti", explica Tonecho. "Pues Quino era mejor. Sabía hacer de todo". En Primera B, en el Lliria, promedió 38 puntos por partido. En la ACB se lució como pasador. Y recuperaba esa facilidad anotadora si resultaba necesario. Pepe Laso, que lo estaba empleando de base, le ordenó llevar al poste bajo a Pablo Laso durante un partido contra el Real Madrid y destrozó al actual entrenador madridista. Quino Salvo había anotado 18 puntos al descanso. En la segunda parte el técnico descartó la táctica.

- Es que es mi hijo-, replicó, casi asustado del destrozo a Pablo.

Incluso Jesús Gil conocía la calidad del vigués, al que había rebautizado como Quiño, por más que este se plegase al interés colectivo. El presidente del Atlético bajaba al vestuario y le exigía al entrenador.

- Que Quiño se lo tire todo.

Cuando Biriukov sufrió una grave lesión, el Real Madrid lo tuvo en su agenda como sustituto. Hasta que Gil coincidió con Ramón Mendoza en un restaurante.

- Mendocita, como me toques a Quiño te voy a destrozar el equipo.

Era su espíritu competitivo lo que imperaba. Sus amigos lo sufrieron. Antes de un CAI-Obradoiro Quino le confesó a Bernárdez que tenía una uña infectada. Al día siguiente, esperando el salto inicial en el círculo central, Bernárdez pisó sin querer a Quino mientras ambos pugnaban por hacerse sitio. Le respondió con un puñetazo.

- Os voy a echar antes de empezar-, les amenazó el árbitro, Monjas.

- Es que es un cabrón, sabe que tengo una uña mal y me la pisa.

"Se murió pensando que lo había hecho a posta", dice Bernárdez, "pero eso sí, nos metió 40 puntos".

Las historias se suceden. De genio y humildad, como cuando entrenaba al Lobos Cantabria en ACB. A Bóveda le había conseguido un asiento bajo una de las canastas. Hacia el final Quino se fijó en que su amigo le hacía señas de que cambiase la defensa a zona. "Lo hizo y ganaron. Yo no tengo ni idea de baloncesto. Lo contaba él mismo", aclara Bóveda. Por sobre todo de amor hacia los suyos. En El Correo, recién destituido Julio Bernárdez, declaró: "El Obradoiro, sin él, descenderá fijo". En Nuevo Básket le pidieron que escogiese al mejor jugador europeo. "Mirza Delibasic". ¿Y el mejor del mundo? "Tonecho Lorenzo".

Salvo alimenta su leyenda hasta que cae el telón. En la residencia a veces se niega a salir de la habitación. Llaman a Abalde o Bernárdez para que lo aplaquen. Un día, sin embargo, el problema es bien distinto. Se ha puesto a hacer abdominales y se ha quedado encajado en la máquina del gimnasio. El coloso, ya hacia su final, a punto de apagarse, sigue ahí. "Ese era Quino".

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