Aspecto de la nueva grada antes del inicio del encuentro. // Marta G. Brea

Derrota como el tango de Gardel, crepúsculo interior, ya en la íntimidad de la noche. Con las debilidades de este Celta expuestas igual que las entrañas de Tribuna. "Era por aquí", se oyó muchas veces, en la búsqueda de puertas y asientos. También era por aquí en el rencuentro con los malos inicios. No se perdía el primer partido desde aquel 0-1 ante el Málaga, en el regreso a Primera. Ante este disgusto, resignación y tímidos aplausos.

La luz es la obsesión de Dios en el Génesis. A las 18. 45 ya se habían encendido las torretas. El derroche hubiera escandalizado a aquellas abuelas que iba apagando los interruptores como indios borrando el rastro. Los celtistas eran polillas acudiendo a ese reclamo, volviendo a Balaídos, que era el mismo hogar y a la vez otro.

Al estadio lo han agitado en los últimos meses. Se le han ido corriendo las dependencias y no es de ahora. En Marcador queda el rastro de unas antiguas taquillas, vestigios preincaicos. Las modernas se le han vuelto a deslizar y con ellas, la tienda, la sede de los exjugadores y sus otros habitáculos, en una suerte de deriva tectónica. "Era por aquí", dice un aficionado, más esperanzado que seguro, perdido en el dibujo de Escher.

Tribuna es la radiografía del proyecto de estadio que luce en los carteles institucionales, con los ladrillos al aire. En el parking reposa su futura cubierta como esqueletos de dinosaurio o puentes de Calatrava en plena migración. Entre medias se ha organizado una especie de avenida por la que discurren los aficionados. Es difícil cambiar los itinerarios de toda la vida. El cuerpo tiene su memoria. Voluntarios, que estrenan indumentaria amarilla, y miembros de seguridad aclaran la confusión de los desorientados, que insisten o preguntan: "¿Era por aquí?". Un grupo de comerciales de una empresa telefónica, disfrazados de árbitros, realizan una extraña coreografía. Abundan los que entregan publicidad, álbumes de cromos, calendarios de la Liga.

Ante taquillas crece la cola: los que quieren comprar entradas, los que vienen a retirar su carnet, los que tienen quejas sobre su abono y los que han de ser reubicados. Gira la ruleta y a los compañeros de asiento, hermanos en tantas penas y alegrías, les duele la separación momentánea. Hasta a Las Heras le han cambiado la puerta de entrada y el legendario jugador, entre la queja y la broma, recuerda cómo se quebró las rodillas por el Celta en ese campo.

Los no convocados el Celta, en la zona cerrada de Tribuna. // M.G. Brea

Fondo, vacío

Por dentro, Balaídos es una bailarina de vodevil que se ha quitado pícaramente un guante y se ha bajado una media. Está desnuda la Tribuna Alta salvo por una decena de ocupantes: Cabral, Fontás, Drazic, Radoja, Lemos, Pape, Rubén Blanco, Beauvue y miembros del cuerpo técnico. También está vacío Fondo, desde donde el fútbol no se ve, sino que se intuye. En los últimos ejercicios era la grada para la que el Concello repartía las entradas sociales, que dependen de un convenio con el Celta.

El palco se ha organizado en la nueva grada, antaño Preferencia, con los muy honorables camuflados entre los aficionados, que sestean. Garitano les hurtó el homenaje a Toni, al que dejó fuera de la lista. El Celta los adormece con su juego. Se oyen algunos silbidos tibios en los peores momentos. Domina, en general, el aplauso ligero y el silencio, como de sorpresa después de una campaña anterior tan gloriosa. La jornada concluye entre sombras: "¿Era por aquí la tristeza?".