El Coruxo no tuvo que esperar demasiado tiempo para recibir la primera lección de la temporada, y la de ayer fue cómo aguantar el marcador cuando marcas el tanto de la victoria a nueve minutos para el final. En esos doce minutos que todavía duró el partido, los vigueses echaron por tierra el trabajo realizado en los minutos anteriores, pues dejaron que los pucelanos dieran un paso al frente, se metieran en su área y marcaron dos goles, aunque por fortuna el primero de ellos fue anulado.

La sensación al finalizar el partido fue de enfado por el empate, aunque la verdad es que si el partido hubiera finalizado con empate sin goles lo hubiéramos dado por bueno. El partido podríamos resumirlo con la mítica frase de que fue un partido de comienzo de temporada. Los dos equipos trataron de llevar el peso del encuentro y el juego se desarrolló casi todo en el centro del campo, por lo que las llegadas fueron escasas. El Coruxo trató de llevar el peso del encuentro ante un Valladolid B que se limitaba a estudiar al rival, y lo cierto es que no tardó demasiado tiempo en darse cuenta de que si arriesgaba un poco podía sacar algo positivo.

Un disparo de lejos de Jorge Fernández, a los catorce minutos, y un disparo de Dani Vega a quince para el descanso fue lo más destacado de un primer tiempo en donde los dos porteros tuvieron muy poco trabajo.

En la segunda parte la cosa no cambió demasiado. El Valladolid B continuaba mostrándose osado, pero los vigueses estaban seguros en defensa, mientras que en ataque comenzaban a tener un poco más de presencia. Rafa Sáez no tardó demasiado tiempo en hacer el primer cambio, sentando a Josu para darle entrada a Caloi. Para cubrir la ausencia del lateral colocó a Antón en su puesto y situó al recién incorporado al lado de Fernando Beltrán, a ver si conseguía desatascar la línea de creación.

Pero el susto lo dieron los pucelanos a veinte minutos para el final, cuando Higinio se metió por banda izquierda y dispara con potencia, sacando el balón Gerardo Rubio. Sin casi tiempo para que pasara el susto, llegó una buena internada por banda de Pedro Vázquez, que le metió el balón a Quique Cubas para que este lo cruzara ante la salida de Dani Hernández.

Parecía el gol de la victoria, pero la realidad fue que fue el gol de la transformación, ya que lejos de serenar el juego, el tanto revolucionó a los vigueses, a los que les quemaba el balón en los pies. Evidentemente el Valladolid B dio un paso al frente para buscar el empate, y posiblemente nunca confiaron en tenerlo tan fácil.