El público demostró ayer que Galicia es territorio ciclista con una gran acogida a la primera etapa de La Vuelta. La ronda española terminó en Santiago de Compostela en 2014 y el año pasado no pisó el área más occidental de la Península Ibérica, por lo que las ganas de los gallegos de ver ciclismo no hicieron más que aumentar.

La semana gallega tiene de todo. Empieza con una contrarreloj por equipos y seguirá con finales masivos, en alto y de montaña, por lo que todos los seguidores tendrán la oportunidad para disfrutar de una amplia variedad de etapas en las cuatro provincias.

La primera cata ciclista unió el balneario de Laias y el parque náutico de Castrelo de Miño, el concello de España con más bodegas de Denominación de Origen, donde el público se repartió por los 28 kilómetros de estrecho recorrido y se concentró en la meta.

El escenario escogido para la llegada se confirmó como todo un acierto, un paraje único a orillas del río más importante de la comunidad donde el agua fluvial y la vegetación se fusionan en una mezcla que sirve para hacer las delicias de los asistentes.

Allí el público se pudo dividir entre el frescor del río y el calor de la meta y ha disfrutado de grandes momentos en ambos puntos, con más ganas cada vez que un equipo mejoraba el tiempo conseguido por los anteriores.

Pero los instantes para recordar no han empezado con la carrera, pues desde hace unos días los ciclistas entrenan por las carreteras de la zona e incluso en la primera jornada de competición se han ejercitado por las vías de la zona, lo que ha provocado importantes concentraciones de aficionados que han querido presenciar el momento previo al gran arranque.

El público no solo ha arropado a los ganadores, sino que cada vez que nueve corredores tenían que abandonar la "silla caliente" del podio, donde esperaban que nadie mejorase su tiempo, recibía una ovación impresionante a lo largo de todo el recorrido hasta los autobuses del equipo.

Y el instante clave ha llegado con la entrega de los maillots, con Peter Kennaugh, del equipo Sky, como primer líder de la carrera y los centenares de aficionados presentes rendidos a sus pies.

Ha sido en un escenario flotante al que se accedía con una pasarela desde el paseo fluvial, donde la entrega de premios se ha realizado entre embarcaciones que aprovechaban la tarde para navegar y disfrutar del día soleado.

Solo ha sido el preámbulo de una semana entera en tierras gallegas, pues no será hasta el viernes de la próxima semana cuando desde Maceda, de vuelta en la provincia de Ourense, cuando La Vuelta abandonará Galicia rumbo a Castilla y León.

Hoy en Baiona, ya en la provincia de Pontevedra, la de mayor tradición ciclista, junto a la playa, habrá todavía más gente y el lunes en el Mirador de Ézaro, en Dumbría (A Coruña), la corta pero eterna subida estará atestada como ocurrió en la anterior ocasión en que se llegó a esta zona. Lo mismo ocurrirá el martes en San Andrés de Teixido, el miércoles en Lugo y el jueves en Luintra, en plena Ribeira Sacra, el último final en tierras gallegas, en esta ocasión con media montaña.

Sin duda, Galicia es una tierra que ama el ciclismo y consigue demostrarlo cada vez que acoge una gran vuelta para que los ciclistas nunca dejen de pasar por sus estrechas, sinuosas y rompepiernas carreteras llenas de subidas y bajadas.

Ayer fue la primera muestra de unos aficionados que ya no tienen equipo propio, desde el final del Xacobeo, pero que hacen suyos todos los demás conjuntos y se vuelcan con cualquier ciclista solo con la condición de que se agote en cada pedalada