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Efeméride

Los aniversarios de Pino

El exciclista celebra hoy su sexagésimo cumpleaños, después de que hace unos meses se cumpliesen treinta de su victoria final en la Vuelta a España

Álvaro Pino, en una calle de Vigo, con el maillot amarillo de la Vuelta a España de 1986. // FDV

Álvaro Pino habla con una voz que retumba experiencia. Recuerda detalles, gestos, anécdotas, gestas, victorias, sufrimientos y lugares en los que desarrolló su carrera deportiva. Pero falla en las fechas. Se maneja bien en la conversación pausada. Rebosa palabras cuando se le pregunta por algo en concreto. No le importa volver al pasado. Vivió una vida intensa hasta que decidió recluirse en su hogar. "He llegado a estar 260 días fuera de casa cada año. Eso es mucho. Tenía que parar", afirma rotundo. "Había ocasiones en que no sabía en qué ciudad me despertaba", resalta.

Las palabras "leyenda", "mito" o incluso "héroe" no figuran en su vocabulario. Tampoco el de jubilado. "Salgo cada dos días a disfrutar de la bicicleta. Y comento las carreras en una emisora de radio. Estoy tranquilo y activo. Es lo que me gusta". Contrasta con lo que vivió en 1986, cuando se proclamó campeón de la Vuelta a España. Fueron 21 días de esfuerzo y de intensidad. "Acabé muy cansado. Terriblemente cansado. Cuando estaba en el balcón del Ayuntamiento de Ponteareas los médicos le dijeron a Javier Mínguez, mi director, que me obligara a marcharme a casa. Necesitaba reposo urgente", desvela.

La prueba tuvo momentos curiosos y especiales. Álvaro Pino mantuvo un intenso duelo con Robert Millar. El escocés se escapó camino de Sierra Nevada. Llegó a ser líder. Pero el gallego fue capaz de mantener la calma y realizar una maravillosa ascensión que le permitió alcanzarle. Llegaron los dos juntos a la meta. Quedaba la contrarreloj en Jerez, la última etapa. Era la decisiva.

Recuerda que "la corrí infiltrado, ya que tenía una rotura de fibras. Pero nadie lo sabía". También que "mi gran preocupación era evitar una caída". El riesgo estaba en una parte del circuito en el que se debía superar una zona de empedrado con una rotonda. Un tramo corto, pero de gran dificultad. Tanta, que horas antes fue a inspeccionarlo, pero la seguridad le impidió acceder al mismo. Y se llevó un susto durante la carrera. "Salí de la rotonda algo forzado. Choqué levemente contra la acera. Me llevé un susto, pero no me caí. Entonces, Javier Mínguez me gritó que ya había ganado la Vuelta a España y que podía ganar la etapa. Fue una motivación extra". Y la ganó. Hizo una media superior a los 51 kilómetros por hora, algo poco habitual en aquella época. El recorrido oficial marca 29 kilómetros en aquella etapa. El ciclista reconoce que "yo creo que fueron tres menos. Pero no estoy seguro. Desconozco cómo calcularon esa media de velocidad".

Se comentó que el ciclista había sido ayudado por un helicóptero de televisión. Al parecer, el viento que provocaba al volar a baja altura le beneficiaba. Sobre esto, el deportista afirma que "me lo dijeron después. Creo que fue una leyenda. Sinceramente, no estaba yo preocupado por un helicóptero. Tenía otras ocupaciones más importantes".

Álvaro Pino se había colocado líder en la clasificación general en una contrarreloj en Valladolid. Y terminó siendo campeón en una etapa de las mismas características. Algo extraño para un escalador. "No te creas. Andaba bien en esa especialidad", insiste, y recuerda otros triunfos en varias pruebas. La Vuelta a España se había iniciado en Palma de Mallorca, también con una contrarreloj. Fue decimotercero en esa etapa. Y la ronda española acabó en martes y trece del mes de mayo. ¿Supersticioso? "No. Para nada. Coincidencias", dice con voz firme.

El recibimiento en Ponteareas fue apoteósico. Miles de personas le aclamaron. Antes fue recibido en el aeropuerto de Vigo por Manoel Soto, alcalde de la ciudad. Después, en helicóptero hasta la villa. "No tuve miedo. Lo único que quería era llegar a casa. Ahora reconozco que tengo pánico a volar", afirma. Allí mostró el trofeo conquistado y que le había entregado en Jerez Abel Caballero, entonces ministro de Transportes y Turismo y hoy alcalde vigués. Y en el balcón recibió un obsequio de Mariano Rajoy, que presidía la Diputación de Pontevedra. "Qué vueltas da la vida", señala cuando se le recuerda.

Según fuentes oficiales, Álvaro Pino ganó casi dos millones de pesetas por imponerse en la Vuelta a España. Pero él lo desmiente. "No gané ni un duro, puedes ponerlo así", se revuelve. Y tiene una explicación: "Los premios en metálico los repartimos entre los componentes del equipo. Yo no me quedé nada. Así lo decidí. Tenía pactada una buena mejora en el contrato por ganar la Vuelta para la próxima temporada. Con eso era suficiente".

Tras imponerse en la Vuelta a España, Antón Reixa compuso una canción que tituló 'Galicia sitio distinto'. En la misma figuraba la frase "Álvaro Pino se compró una vespino". Cuando se le pregunta por ello, el ciclista responde: "No tengo una vespino. Nunca la tuve. Cuando salió esa canción tenía todos los permisos para conducir coches, camiones y autobuses. Pero no para las motos. Lo saqué después". En su garaje hay una scooter y espera disponer de una Harley Davison en el futuro. "Quizás un regalo de cumpleaños", sonríe.

Álvaro Pino reconoce que 1986 fue un gran año, pero que estuvo mejor dos después. "Me encontré en un gran momento de forma, pero no logré ganar cosas tan importantes como la Vuelta a España. En el 86 estaba bien, pero después mejoré", afirma. Tras once años de profesional, pasó a dirigir al Kelme, su último conjunto en activo. Y lo hizo a regañadientes. "Quería tomarme un año sabático, sin hacer nada. Estaba agotado. Pero me convencieron", indica. Después estuvo tres temporadas en el Phonak y más tarde en el Karpin Galicia.

La desaparición del equipo profesional gallego es uno de sus peores recuerdos. Lo vivió desde dentro, como director deportivo. Cuando habla del asunto se le nota frialdad: "Fue una decisión política, sin duda. Hubo un cambio de gobierno en la Xunta de Galicia. Y nunca nos dieron esperanzas de continuar. Se lo dije a los ciclistas mucho antes de terminar la temporada". El conjunto se vio salpicado por el dopaje y se firmó su defunción: "Nunca me han puesto eso como excusa. La decisión de cerrarlo se tomó mucho antes". Y habla de una generación de jóvenes valores que no pudieron progresar en este deporte.

Isabel, la esposa de Álvaro Pino, ha tenido mucho que ver en su carrera deportiva. Ella le animó a ser profesional y también le empujó a convertirse en director deportivo. Recuerda que "trabajaba en un taller oficial de la Talbot en Ponteareas. Era un especialista. Ganaba 60.000 pesetas al mes. Y me ofrecieron un contrato de ciclista por 24.000 pesetas, aunque después solo me pagaban la mitad. Le pedí a Isabel que me diera su consejo. Y dijo que adelante. También se lo pedí para ser director deportivo. Y no dudó. Ella fue decisiva en los pasos que he dado". La primera situación se produjo en 1981.

Álvaro Pino recorre en la actualidad ochenta kilómetros en bicicleta cada dos días para mantenerse en forma. Le reconocen por la carretera. Y cuenta un detalle significativo: "Un conductor de autobús que hace la ruta de A Guarda me saluda siempre. Y lo hace desde que yo era aficionado, hace muchos años. Nunca hablé con él, pero me resulta simpático el detalle. Yo le correspondo en el saludo".

Participa en algunas pruebas, el pabellón de Ponteareas lleva su nombre y sigue ligado al ciclismo, aunque ya descarta dirigir un equipo en la élite. Confiesa que "me gustaría darles clases a los chavales. Pero solo hasta juveniles. Una escuela o algo similar". Vive relajado, según confesión propia, pero a pesar de que ya han pasado treinta años desde que ganó la Vuelta a España, muchos le siguen reconociendo por la calle e incluso le piden autógrafos.

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