"Nunca hay que rendirse". Contundente, rotundo, cargado de esperanza, así sonó el mensaje que ayer lanzó a los cuatro vientos la nadadora refugiada siria Yusra Mardini, una auténtica heroína, una ganadora, pese a que de su cuello no cuelgue una medalla. La encarnación del espíritu olímpico.

Da igual que su tiempo en las preliminares distara en casi 13 segundos del marcado por la sueca Sarah Sjostrom, la gran favorita al oro. El triunfo de Mardini (primera de su serie en los 100 metros mariposa con 1:09:21) con no se mide en puestos, ni en marcas, la victoria de Yusra consiste simplemente en poder competir, en seguir viva.

A diferencia de otros miles de refugiados que han perdido la vida en el último año al tratar de huir por mar de la guerra de Siria, Yusra Mardini logró escapar del fatal destino que le aguardaba en las oscuras y frías aguas del mar Egeo.

"Con una mano sujetaba la cuerda que estaba atada al bote, mientras que nadaba con la otra y los pies", explicó Mardini antes del inicio de los Juegos, al recordar como tuvo saltar al agua y nadar junto a su hermana para llegar hasta la costa de la isla de Lesbos, tras la avería que sufrió el motor de la embarcación en la que viajaban.

"Fueron tres horas y media en aguas heladas", añadió la nadadora siria que, pese a todo, prefiere encontrar una lección positiva a tan dramática experiencia. La natación, la pasión que ha marcado su vida desde que su padre, entrenador, le enseñó a nadar con 3 años, le salvó de la muerte.

Un deporte que volvería a cambiar radicalmente la vida de Yusra Mardini meses más tarde, cuando el Comité Olímpico Internacional incluyó a la joven nadadora siria, de 18 años, como integrante del equipo de refugiados que competirá en los Juegos de Río.

"Es un sueño hecho realidad. Los Juegos Olímpicos son todo, es una oportunidad en la vida", señaló Mardini, que tras sobrevivir a las aguas del Egeo, tuvo que enfrentarse a otro largo y penoso viaje por media Europa hasta recalar definitivamente en Alemania. Nada más llegar al campo de refugiados en los alrededores de la capital germana, su primer hogar en Alemania, Yusra Mardini preguntó por la piscina más cercana, para retomar los entrenamientos que tuvo que interrumpir con el inicio de la guerra civil en Siria. Ahí nació su esperanza de un futuro mejor.