El tiempo ha demostrado que la apuesta que Saleta Castro hizo cuatro años atrás era buena. La gallega, consciente de su futuro limitado en el distancia olímpica del triatlón, saltó en 2012 al Ironman con la idea de explotar su resistencia y capacidad de sufrimiento. Ayer, en una carrera extraordinaria en Maastricht (Holanda), logró incluso antes de tiempo uno de sus grandes sueños: clasificarse para la final del Mundial de esta distancia que se disputa todos los años en Kona (Hawai), el lugar en el nació esta modalidad deportiva y en el que cualquiera que se entregue a esta disciplina aspira a llegar.

El logro de Saleta Castro la convierte en la primera gallega de la historia que accede a esa selectiva prueba en la que se miden las 35 primeras del ránking mundial de cada temporada. Tras los resultados de esta temporada (no pudo terminar las pruebas de Texas y Lanzarote y fue sexta en el Europeo disputado hace un mes en Frankfurt), la pontevedresa necesitaba un gran resultado en Maastricht para ganarse el billete. La prueba holandesa era el último tren a Hawai. Un tren al que se subió a última hora después de su sexto puesto en Alemania. Luc Van Lierde, su entrenador, la invitó a ello. "¿No quieres intentarlo este año?" , le preguntó. Y Saleta aceptó un reto que ahora mismo la tiene en una nube llena de gloria.

Castro fue segunda tras realizar una carrera de menos a más que rubricó con un impresionante rendimiento en el maratón con el que se coronaba la prueba. La pontevedresa recorrió esos 42 kilómetros y 195 metros en un tiempo de poco más de tres horas (3:04:48), el mejor parcial de las participantes para completar la prueba en un tiempo total de 9:51:07. Solo la americana Mary Beth Ellis, que compitió en otra dimensión, pudo con ella al ganar la prueba con un espectacular crono de 9:24.26.

La gallega siempre se mantuvo en las primeras posiciones de la carrera desde que se salió del agua, pero fue en la carrera a pie donde demostró que llegaba a Maastricht en un punto de forma óptimo. Ya en Alemania hace unas semanas había terminado la prueba a pie con grandes sensaciones y en Holanda se confirmó todo lo bueno que había sentido en las últimas semanas de trabajo. "Estoy haciendo los mejores entrenamientos de mi vida", había asegurado en una entrevista el pasado fin de semana a este periódico. Saleta Castro inició la maratón en quinta posición y fue devorando rivales de manera implacable después de calzarse las zapatillas. Justo cuando cae en picado el rendimiento de los deportistas y donde la carrera se transforma en una prueba de supervivencia, la gallega encontró su plenitud. Solo la americana Ellis estaba fuera de su alcance, pero su carrera le permitió alcanzar de forma holgada la segunda posición pese a que cuando se bajó de la bicicleta la tenía a más de veinte minutos. Primero alcanzó a Danne Boterenbrood en los últimos kilómetros del segmento ciclista. Corriendo cayeron las holandesas Sarissa De Vries y Tineke Van Den Berg. La maratón que firmó Saleta Castro la describe un dato demoledor: invirtió en ella trece minutos menos que la vencedora de la carrera, la americana Ellis. La demostración también de que la pontevedresa, que completó ayer el undécimo Ironman de su carrera deportiva, ha aprendido a medir y dosificar el esfuerzo y que el estudio realizado en Bruselas para cambiar la alimentación durante la competición ha dado el resultado deseado.

Aunque aún restan pruebas para cerrar los rankings mundiales de la temporada y que se haga oficial la lista de clasificados para la final, las matemáticas decían que Castro necesitaba lograr un tercer o cuarto puesto para ganarse un lugar en Kona (Hawai) y medirse con las mejores especialistas del planeta. Pero este segundo puesto le garantiza de forma holgada su presencia entre las 35 primeras de la disciplina. Será la única española en la cita y hará compañía en las playas de Kona a otro gallego, Iván Raña, que volverá a estar en la línea de salida por tercera temporada consecutiva con el sueño de pelear por un lugar en el podio.

La gallega concluye de la mejor manera una semana que ha resultado complicada porque el pasdo miércoles estaba en Maastricht más preocupada por recuperar su material que por la carrera en sí. La compañía Vueling había extraviado su equipaje y enviado su bicicleta a Fez (Marruecos). Peo la presión de las redes sociales, la insistencia de la deportista y la ayuda de algunos amigos permitieron que todo el instrumental llegase a tiempo a Holanda e incluso tuviese tiempo de reconocer sobre ella el circuito. Lejos de descentrarla, parece que el ejetreo y el dolor de cabeza incluso supusieron un acicate para realizar el mejor Ironman de su vida, el que le garantiza el pasaporte para el lugar en el que cada año se reúnen los mejores especialistas de la temporada en busca del trono mundial. Un sitio al que solo acceden los elegidos. Y Saleta Castro estará entre ellos. "Algún día llegará, sé que estaré allí", decía recientemente sobre sus posibilidades de clasificarse. Seguramente no imaginaba que sucedería tan pronto.