Manuel Augusto Alonso Rodríguez murió ayer en Vigo a los 86 años de edad. Legendario atleta gallego nacido en Cabral que se convirtió en uno de los grandes símbolos del deporte gallego en la década de los cincuenta y sesenta. Ganó nueve veces el título de campeón de España, fue más de treinta veces internacional y compitió en el Campeonato de Europa en 1958 celebrado en Estocolmo en el que batió en un margen de 24 horas dos récords de España y se convirtió en el primer atleta de este país en bajar de los nueve minutos en los 3.000 metros obstáculos.

Un logro que Alonso consiguió después de unos comienzos laboriosos en el atletismo y en los que evolucionó con la ayuda del Barcelona -club para el que compitió durante diez años- y a donde le llevó la entrega de Alfonso Posada, convencido de sus condiciones atléticas. En sus comienzos se encontró con un inconveniente im portante: los horarios que sufría como dependiente de un comercio textil en Vigo y que condicionaban de forma evidente sus progresos. Alfonso Posada aconsejó su fichaje a Gregorio Rojo, legendario responsable de la sección atlética del Barcelona. Allí encontró las condiciones y el apoyo necesario para codearse incluso con los más grandes a nivel internacional. Ante sus dudas iniciales tras su llegada a Barcelona el propio José Antonio Samaranch (que décadas después llegaría a ser presidente del Comité Olímpico Internacional) le ofreció 2.000 pesetas mensuales para que permaneciese defendiendo la camiseta azulgrana. A cambio trabajaría durante unas horas en las oficinas del club. Alonso comenzó entonces una fructífera etapa de la mano de Gregorio Rojo y con la ayuda del técnico aleán Woldemar Gerschler que sentía un enorme aprecio por él y le sumó a su grupo de entrenamiento. Sus concentraciones en Alemania eran frecuentes. Aquella relación disparó sus resultados porque le sirvió para ponerse en contacto con quienes más habían evolucionado en los métodos de entrenamiento. Aquellas enseñanzas él las transmitía a sus amigos y compañeros atletas de Vigo. Un gesto de su infinita bondad y generosidad. Tras su paso por Barcelona en 1966 regresó a Vigo para formar parte del Celta de atletismo durante veinte años y contribuir a varios títulos nacionales por clubes a finales de los sesenta con aquella maravillosa escuadra en la que estaban Carlos Pérez y Alvarez Salgado. La pasión de Alonso por correr se mantuvo y sus conquistas, títulos y récords como atleta veterano a nivel mundial son incontables.

En Vigo por sus manos pasaron legiones de alumnos del Colegio Apóstol Santiago (Jesuitas) que le tuvieron como profesor de gimnasia y vivieron de primera mano su pasión por el deporte y el atletismo, ese al que se entregaba en cuerpo y alma.