Saleta Castro no imagina que a cinco días de la prueba que resolverá su presencia o no en la final del Ironman de Hawai, iba a estar enfrascada en trámites burocráticos y librando una batalla contra contestadores automáticos y servicios de atención al cliente. La pontevedresa llegó el lunes a Maastricht -escenario el domingo de un nuevo ironman, en el que tiene pensado lograr los puntos necesarios para estar en Hawai-, pero lo hizo sin su equipaje. Un problema terrible en el caso de un triatleta que viaja cargado de material muy personal, difícilmente reemplazable.

Desde que la gallega puso los pies en Holanda todos sus esfuerzos están puestos en encontrar su equipaje (con el material que necesita para la competición, entrenamientos, alimentación...) y sobre todo su bicicleta. Saleta Castro se pasó todo el día de ayer tratando de que Vueling, la compañía aérea con la que volaba, le diese una explicación. Finalmente, tras múltiples esfuerzos, le comunicaron que la bicicleta había sido enviada a Fez (Marruecos). Asombroso. La triatleta gallega recibió una comunicación de la compañía en la que le advertían de que habían cambiado la dirección de envío y que se la enviarían a Holanda, un extremo que la triatleta dice no creerse "hasta que la tenga conmigo". De la maleta con el resto del material no hay rastro. Con la ayuda y la presión de las redes sociales Saleta ha conseguido agilizar algunos trámites con Vueling, pero vive unos días cargados de tensión. En vez de prepararse para el domingo, reconocer el circuito y preparar las piernas para la cita, se pasa el tiempo pegada al teléfono móvil.

La solución de emergencia pasa por la ayuda de su hermana Nerea Castro y de Alex Rubio, que le suministrarán de urgencia el material para competir. Pero Saleta cruza los dedos para que su bicicleta aparezca en Holanda.