Hace años que la jerarquización se ha establecido en los garajes de la Fórmula 1 y ello se traslada a las carreras. Ya no existe un único Gran Premio, sino que dentro del mismo hay no menos de tres pruebas con los equipos peleando por objetivos claramente diferenciados. La cita de ayer en el circuito de Hungaroring fue un claro ejemplo de ello. Primera pelea: los Mercedes en lucha por la victoria y el liderato del Mundial; segunda: Red Bull y Ferrari por el último cajón del podio. Y en la tercera aparecía el asturiano Fernando Alonso como cabeza de ratón del resto de escuderías. Séptimo con su McLaren-Honda sólo por detrás de las parejas de las flechas de plata, los toros rojos y los cavallinos rampantes es todo un triunfo... teniendo en cuenta las armas disponibles. Un pequeño consuelo y una mínima satisfacción para alguien que tiene como el ovetense dos títulos mundiales, más de treinta carreras ganadas y casi un centenar de podios en su palmarés. Pero es lo que hay. Carpe diem.

Salió séptimo Alonso y séptimo concluyó una carrera que en versión doméstica podría resumirse en que el de McLaren ganó una plaza en la salida dando cuenta del madrileño Carlos Sainz (Toro Rosso) para perderla en el giro 31 ante el empuje del Ferrari de Kimi Raikkonen, que saliendo desde la decimocuarta posición alcanzaba la sexta, donde acababa frenado, y no siempre de una manera especialmente limpia, por el holandés Max Vertappen con el segundo Red Bull.

Porque un poco por delante de éstos luchaban por la tercera plaza del podio el australiano Ricciardo y el alemán Vettel en esa lucha de parejas en el que se convertía la zona alta, mientras la cabeza (de león en este caso) quedaba reservada a los Mercedes.

Y Lewis Hamilton evidenció una vez más que en la lucha cuerpo a cuerpo es muy superior al alemán Nico Rosberg. Tuvo el británico un inicio de campeonato especialmente complicado y en sólo cuatro carreras acumuló una desventaja de 47 puntos sobre un Rosberg que lograba el pleno de victorias, pero desde Barcelona inició una lenta pero continuada recuperación que culminaba ayer con esa quinta victoria del año -quinta también en el GP de Hungría-, que le servía para remontar a su compañero de escudería en la general de la temporada. Un duro golpe anímico para Rosberg, un gran piloto al que parece faltarle la necesaria dosis de carácter como para ser campeón; un tremendo estímulo para el insaciable Hamilton, sobrado de ambición camino de su cuarta corona.

El trompo que realizó Fernando Alonso en la última vuelta de la clasificatoria del sábado había privado a Hamilton de salir desde la pole, pero al tomar la primera curva del corto y lento circuito húngaro ya había adelantado a un Rosberg que por un pelo salvó la segunda plaza ante Ricciardo.

Y una vez en cabeza el inglés dominó la carrera a su antojo, dando incluso la impresión de jugar con sus rivales y provocar a Rosberg. Aflojaba el ritmo de vez en cuando permitiendo que su compañero se le acercara pero, sobre todo, posibilitando que Ricciardo pusiera su aliento en el cogote del alemán. Y cuando quería aceleraba para establecer de nuevo un colchón de seguridad en la pista que hizo que en ningún momento peligrara su victoria.

Tendrá que realizar ahora Hamilton su primera defensa del liderato el próximo domingo en Alemania; en casa de Mercedes y en casa de Rosberg. Un nuevo reto para el vigente campeón. Y tendrá que demostrar McLaren que además de las manos de Alonso puede sumar caballos a su propulsor para sentirse al menos cabeza de ratón.