El Celta se dio ayer una inyección de ánimo en medio de ese tedio que acompaña las pretemporadas de los equipos. "Un derbi siempre es un derbi" había advertido Berizzo en la víspera, consciente del efecto revitalizador que en la preparación puede tener ganarle al eterno rival. Y así se comportó el Celta que acreditó tener más horas de vuelo que los coruñeses y las ideas mucho más claras en un partido jugado con cierto nivel de intensidad y que se resolvió en la segunda parte gracias a los goles de Aspas y Radoja.

A unas alturas de verano en las que cualquier conclusión siempre será aventurada, el Celta mostró en Montevideo una cara agradable, mejorada con respecto a su estreno en la pretemporada hace unos días frente al Lugo y en la que el equipo de Berizzo mostró muchas de las cualidades que le llevaron a ser una de las grandes noticias de la Liga pasada. Se ve que es un equipo de firmes convicciones. Todo ello con apenas veinte sesiones de trabajo y a falta de que la plantilla se complete y de que se incorporen algunos de los futbolistas más importantes de la plantilla. Berizzo y Garitano, como si quisiesen concederle al partido más importancia de la que dice el calendario, formaron dos alineaciones con lo mejor que tenían. Pesó el derbi y las ganas de no ceder ante el eterno rival. Sin puntos en juego, es como si se disputasen sensaciones. Berizzo utilizó la defensa habitual de la pasada temporada; situó en el medio del campo a Radoja, Wass y Pape y dejó para el ataque a Aspas, escoltado por Drazic y Bongonda. El Celta se sintió muy cómodo desde el comienzo, empujado y ordenado por la seguridad de su defensa y por el triángulo de su medio del campo que le escondió la pelota al Deportivo y consiguió que el partido se jugase en el terreno de los coruñeses. A los ataques vigueses le faltaba un poco de profundidad por parte de Bongonda y Drazic, faltos aún de chispa. Un disparo de Iago Aspas, que buscaba la escuadra izquierda de Lux, fue la ocasión más clara del primer tiempo por parte viguesa. Pero se agradecía la intención, esa presión alta, la velocidad con la que el Celta trataba de construir, la presencia de los laterales en el campo rival. A falta de varias semanas de trabajo el panorama no era malo.

Y mejoró considerablemente en el segundo tiempo porque fue el momento en el que el Celta, a buen seguro, sacó partido al hecho de llevar más sesiones de entrenamiento que su rival. Sacaban la lengua los de Garitano y florecían los futbolistas del Celta. Sin noticia de Rubén Blanco (portero elegido ayer por Berizzo), los vigueses cayeron sobre el área de Lux. El Deportivo sufría tras cada pérdida y el Celta explotaba la presencia en el área de sus mediocampistas y de Hugo Mallo y Jonny que abrían el campo y comenzaron a poner balones peligrosos desde los costados. Fueron los mejores minutos del Celta, mandón e intenso. En una de esas acciones, en otra arrancada de Pape, Borges derribó el joven medio céltico. Pidió Iago Aspas la pelota para firmar un gol que seguramente más de una vez habrá soñado con marcar en un partido oficial ante el Deportivo. El lanzamiento de falta se coló junto a la escuadra izquierda de la portería defendida en ese momento por Tyton. Un golazo, el primero que el moañés le marca a los coruñeses.

El partido se desnaturalizó a partir de ese momento, cuando los entrenadores entendieron que ya era el momento de dar entrada a la batería de suplentes que tenían a su lado. Garitano fue más radical, lo que agradeció el equipo para coger un poco de aire y meter al Celta cerca de Rubén en varias acciones a balón parado. Berizzo lo compensó con la entrada de Naranjo que dejó un par de detalles extraordinarios en sus primeras intervenciones y que rompió el ritmo al Deportivo en los minutos de cierta zozobra. Los coruñeses se encomendaron al balón parado porque no veían otra manera de hacer daño a los vigueses e incluso el gigante Albentosa se quedó como delantero centro. Apretó los dientes el Celta (otra buena señal), defendió con eficacia y se permitió algún contragolpe. En uno de ellos llegó la sentencia. Una buena salida de pelota, una acertada elección de Alvaro Lemos y el oportunismo de Radoja que empujó en el segundo palo liquidaron el partido e hicieron justicia para el que había sido el mejor equipo, el que más claro tenía lo que hacía y al que menos le pesaban las piernas.