"He vivido exactamente las mismas emociones que hace un año. Las llamadas desde los Estados Unidos, los mensajes, la gente llegando para acompañarme. Ha sido todo igual que entonces". Así relata José Luis "Willy" Rivas el primer aniversario de la muerte de su hijo Dani en un trágico accidente en el circuito estadounidense de Laguna Seca. Han pasado 365 días desde aquella fatídica madrugada del 20 de julio de 2015 pero los recuerdos, las vivencias, los sentimientos, aún permanecen a flor de piel en un hombre al que la pasión al hablar del motociclismo se le mezcla con el dolor de la pérdida y con el orgullo por el apoyo recibido desde todas las partes del mundo.

"Después de todo este tiempo lo que siento es más orgullo, más dolor y una nostalgia brutal. Ves tanto cariño y tanto amor hacia él y te preguntas por qué tuvo que pasar esto", señala. La añoranza es quizás el sentimiento predominante en estos complicados días. "Ya un día antes asusta la cantidad de llamadas y mensajes", dice. "Siento mucha nostalgia y solo tengo palabras de agradecimiento para todo el mundo. Esto traspasó fronteras. Te llaman jefes de equipos, pilotos, incluso gente a la que no conocía, solamente para decirme 'estamos contigo'. Son las mismas sensaciones de dolor, pero también de gratitud", subraya Willy Rivas antes de añadir que "el problema es cuando estás en la soledad de tu casa y allí te asaltan los recuerdos".

Willy recuerda vívidamente aquella jornada. "Fue la primera carrera a la que no lo acompañé. Iba a ir dos semanas más tarde a Indianápolis y quedamos en vernos allí", apunta. Así que estuvo viendo la carrera -de madrugada en España por la diferencia horaria- en casa de su hija, Lorena. "Cuando vi el accidente me levanté y me marché a mi casa. Yo ya sabía lo que había pasado. Son muchos años en esto", relata. Un par de horas más tarde el presidente del Consejo Superior de Deportes, Miguel Cardenal, confirmaba de modo oficial la tragedia. Luego comenzaría la batalla para tratar de repatriar el cuerpo cuanto antes. "Decidimos que fuese mi hija y mi yerno y quedarme yo por si había que presionar, pero conseguimos traerlo en un tiempo récord", comenta. Aún así, admite sin tapujos que "fueron los peores días de mi vida. Animaba el saber que vendría en menos tiempo del esperado, pero estabas pendiente de llamadas, no dormías. Fue horrible".

Repercusión

Esos días, y en pleno revuelo mediático, con las redes sociales echando humo con mensajes de apoyo y recuerdo, Willy manifestó que había perdido un hijo, pero que había nacido un mito. Y el tiempo ha acabado dándole la razón poco a poco. "Nunca me pude imaginar la repercusión que iba a coger todo esto. Al fin y al cabo Dani fue campeón de Europa de Supersport, hizo buenas carreras y podios, pero tampoco fue campeón del mundo. Pero algo tuvo que hacer para ganarse así a la gente", reflexiona, acompañado por los dos últimos mecánicos que tuvo el piloto moañés, Luisma Hernández y Daniel Caldeiro, y por varios amigos que han querido acompañarlo en estos momentos. "Fue su carácter, quizás el hecho de cómo se tuvo que buscar la vida siempre, no lo sé", señala. Eso y las peculiaridades de un mundo como el del motor, una gran familia que no olvida a nadie. "El motociclismo nos hace grandes a todos. Yo solo siento pena por ese albañil, por ese cantero, que muere y nadie lo recuerda después", afirma.

La responsabilidad de mantener vivo ese recuerdo ha sido primeramente de familia y amigos, pero Willy la extiende a todo el mundo. "Ha sido un esfuerzo trabajar por ello, pero lo cierto es que no lo hemos notado porque nos han llevado en volandas todo este tiempo. La gente te transmite su cariño y su apoyo", afirma, en gestos tan espontáneos como la estructura de metal con el DR7 colocada [y posteriormente retirada] en la rotonda de Ameixoada. "Te levantas, vas por allí, lo ves y ya echas a llorar", dice.

Para encontrar su mejor recuerdo de aquellos complicados días, el que le arranca una sonrisa dentro de todo el dolor que tuvo que afrontar, no hay que irse muy lejos. En realidad ni siquiera hay que salir de Moaña. "Lo que más me impactó fue, el día del entierro, salir del pabellón de Reibón [donde se veló el cadáver y se hizo el funeral] y hacer ese recorrido de tres kilómetros hasta el cementerio, con todo lleno de motos, gente en las ventanas, aplaudiendo...", señala, y explica a continuación que "cuentas con la gente del motociclismo, amigos que vienen desde muy lejos arrastrándose si hace falta, pero el problema siempre es ser profeta en tu tierra, ganarte a los tuyos. Y ahí me die cuenta de que el pueblo quería a Dani. Y tengo que agradecer al pueblo de Moaña todo el cariño que nos ha dado".

Estatua

El poso de tristeza que acompaña las palabras de Willy Rivas cuando recuerda el fallecimiento de su hijo se torna en irrefrenable entusiasmo al hablar de los dos proyectos más ambiciosos con protagonismo del piloto: la inauguración de una estatua en la Praza do Emigrante y la Dani Rivas Cup. Con la primera, el padre del deportista moañés no tiene ninguna duda. "Con la estatua va a ser una leyenda. No hay marcha atrás", señala. La figura sorprenderá por su realismo en una pieza de bronce de 600 kilos que reproducirá a Rivas en su moto realizando un caballito.