Vladimir ´Vlado´ Gudelj fue un ídolo prematuro como futbolista, un delantero peculiar por su personalidad y la implicación con la causa del Celta. Llegó al club hace veinticinco años, el 17 de julio de 1991, procedente del Velez Mostar. Aquella primera campaña, en la que destacó como pichichi de Segunda División, consiguió que la parroquia celeste cayera rendida ante un atacante fuerte, capaz de imponerse a cualquier defensor y con lectura para el desmarque.

Con 95 dianas en compromisos ligueros, y casi otra veintena en el resto de competiciones, el idilio de Gudelj con Balaídos se prolongó durante ocho años. Tras pasar por el Compostela y dejar la profesión, el histórico goleador decidió acompañar a la afición que tanto cariño le profesaba, primero como relaciones públicas de la Fundación, y desde 2011 como delegado de campo de la entidad olívica. En el recuerdo de los seguidores queda esa facilidad para regatear al guardameta, con letal definición; recuerdos de aquella noche en Tenerife, cuando Vlado acercaba la final de la Copa del Rey (1994), un triplete a la desesperada contra el Real Madrid para salvar la categoría (1997), o el tanto al Mérida en la última jornada que lanzó al Celta hacia la UEFA (1998).

El éxito de Gudelj, que llegó a Vigo en una época de necesidad, hizo confiar al club en el talento de los Balcanes, una apuesta que animó Ratkovic poco después. Juric, Andrijasevic, Boban, o Milosevic son algunos de los talentos que pasaron por el Celta en los noventa, una saga que renace ahora de la mano de Radoja y Drazic, con el querido Vlado de improvisado traductor, ejemplo y mentor.