No existe consuelo para un deportista que se queda a las puertas de disputar unos Juegos Olímpicos y que tiene que decir adiós por culpa de una lesión. Me ocurrió a mí en 2008 y ahora le ha pasado a Javi, que era medalla segura. Todos sabemos que su objetivo desde hace cuatro años era la prueba de Río de Janeiro, para la que se lleva preparando desde entonces y por la que ha renunciado a muchas cosas en los últimos meses. Él sabe que todavía es joven, que tiene cuerda por delante y que disfrutará de muchos más éxitos en su brillante carrera deportiva.

Para mí, unos Juegos Olímpicos sin Gómez Noya son unos Juegos Olímpicos cojos, como si faltase una gran estrella de cualquier otra disciplina. Toda Galicia y toda España esperaban su prueba con devoción porque él ha conseguido que la gente se enganchase al triatlón, algo más valioso que cualquier competición. Está claro que los Juegos le deben una medalla de oro, pero el deporte es así de jodido y así de duro. Solo los valientes son capaces de salir adelante y demostrar toda la calidad que llevan encima, y Javi Gómez Noya es uno de los más valerosos que existen.