Cristiano Ronaldo levantó como capitán de Portugal el trofeo Henry Delaunay, la copa que acredita a Portugal como ganadora de la decimoquinta edición de la Eurocopa.

Ronaldo, que abandonó entre lágrimas la final en el minuto 25, tras dos duras entradas de Dimitri Payet, volvió a llorar, pero esta vez de alegría cuando el árbitro inglés Mark Clattenburg señaló el final de la prórroga con triunfo de su selección gracias a un gol de Éder.

Luego, en la ceremonia de premiación, los portugueses hicieron el pasillo a los franceses cuando subieron a recoger sus medallas, entre la indiferencia general de un estadio que no salía de su asombro.

Y llegó el turno de Portugal. Y curiosamente, fue Ángel María Villar, presidente de la Federación Española y máximo dirigente en funciones de la UEFA, hasta que en septiembre se celebren elecciones, el que entregó la Copa a Ronaldo, que la alzó al cielo de París. Sin dolor por la lesión, ni tristeza, el madridista completa su palmarés y Portugal ya está entre los campeones.

La historia de Cristiano Ronaldo en la Eurocopa se escribe con lágrimas. Las que derramó una incipiente promesa del fútbol tras caer con Grecia en la final de 2004 y las que no pudo reprimir en la noche de este domingo al ser retirado en camilla en el duelo contra Francia.

Se cumplió la profecía del madridista de la forma más inesperada: antes de la Eurocopa prometió que volvería a llorar, en esta ocasión de alegría. Y lloró, pero de rabia e impotencia, al ser sustituido. Sucedió muchos minutos antes de la histórica victoria lusa.

Ronaldo abandonó el campo en medio de una fuerte ovación en la que no solo participaron los hinchas portugueses sino también los miles de franceses que poblaban las gradas del Estadio de Francia.

Ya desde el banquillo arengó a sus compañeros mientras estos intentaban aguantar las oleadas ofensivas de los franceses.

Hace doce años, la imagen de CR7 solo en el medio del campo, imposible de consolar por sus compañeros, cuando todavía era poco más que un adolescente quedó grabada en la memoria de su país, y especialmente en la del astro portugués.

Un solitario tanto de Charisteas dio a Grecia una victoria que casi nadie había previsto. Y en una situación similar a la de aquel conjunto se plantó Portugal en la fiesta de Francia. Con su sustitución mediada la primera parte, Portugal se topó de pronto con un doble rival: Francia y su propia circunstancia.

En esta Eurocopa se ha podido ver a un Ronaldo más ansioso que nunca por conseguir un título internacional que consagre su carrera. Ayer, las lágrimas del portugués comenzaron siendo amargas para convertirse en las más dulces.