Portugal recogió ayer la corona continental lucida por España los últimos ocho años. Pudo quedarse fuera en la fase de grupos pero ha sabido crecer con el torneo. Lo ha hecho a trompicones, rompiendo pronósticos, superando obstáculos. El último tan notable como el de quedarse sin el concurso de Cristiano Ronaldo, su líder, al cuarto de hora de la final. Una final que Francia inclinó durante cien minutos a su favor gracias al ejercicio atlético de sus jugadores y que Portugal decidía en la prórroga, como ante Croacia, cuando ya preparaba los penaltis, como ante Polonia. Al final el fútbol portugués se cobró una deuda con la historia. Sus grandes generaciones de futbolistas nunca fueron capaces de levantar un trofeo. Lo rozaron en diferentes momentos. Pero al final lo que no pudieron hacer los Eusebio, Coluna, Futre, Rui Costa, Deco o Figo lo logró la actual generación que sigue liderando Cristiano Ronaldo. Hay algo de justicia en todo ello.

Francia asumió desde el primer instante su condición de favorita, no en vano había ganado a Portugal sus diez últimos enfrentamientos. Salió a presionar empujada por esa línea medular de coraceros formada por Matuidi, Pogba y Sissoko y se hizo con el control aunque el primer lanzamiento fue luso, muy alto, de Nani. Y casi el último, porque de seguido comenzó el festival galo, adornado en el minuto 10 con un espectacular remate de cabeza de Griezmann -siempre apareciendo entre líneas- a centro de Payet al que respondió Rui Patricio con un no menos espectacular desvío a córner.

En el minuto 16 un rodillazo de Payet dejaba a Cristiano Ronaldo tendido en el suelo. Intentó seguir el madridista, pero, tocado el ligamento de su rodilla, salía del campo entre lágrimas unos minutos después. Ahí encontró Portugal un arma emocional inesperada. Lo que se anunciaba como una tragedia, se transformó en una razón más para dejarse el alma.

La lesión pareció enfriar el ímpetu de Francia y Portugal reorganizó sus filas. Sin Cristiano supo hacer de la necesidad virtud y aunque perdía pegada en ataque -que tampoco la tenía hasta entonces- ganó consistencia en su juego. Sólo las arrancadas pletóricas de Sissoko, que en el 34 ponía a prueba de nuevo a Rui Patricio con un buen lanzamiento desde dentro del área, llevaban un muy discreto peligro a un Portugal que sólo volvio a pisar el área gala en la primera parte con ocasión de un remate de cabeza de Fonte muy alto (minuto 39) al saque de un córner.

Francia mantuvo su dominio en la segunda parte invitada también a ello por Portugal, cómoda en su papel de dejar pasar minutos; acostumbrada a superar eliminatorias en la prórroga y los penaltis. Un dominio a empujones porque el único jugador en el campo capaz de poner un poco de chispa era Griezmann y aparecía con cuentagotas entre tanto corredor de maratones.

Deschamps intentó mover el cocotero dando entrada a Coman en el 57 por un desaparecido Payet, y poco tardó en poder haber encontrado premio al movimiento. Un centro de Coman en el 65 lo remataba alto Griezmann de cabeza solo ante Rui Patricio.

Diez minutos después, Giroud volvía a examinar a Rui Patricio, para en el 80 poner por primera vez en apuros Portugal a Lloris. Un centro envenenado de Nani pegado al larguero lo sacaba con apuros el meta galo, y el despeje se lo devolvía Quaresma tras un remate de chilena.

Un trallazo de Sissoko en el 84 desviado nuevamente por Rui Patricio fue la penúltima de una Francia tan modélica en defensa como anárquica en ataque, que pudo decidir en el 92 con un remate a la media vuelta de Gignac tras burlar a Pepe que se encontró con el poste del portal luso.

En la prórroga se dejó notar el cansancio... lo que en un partido tan justito de calidad se tradujo en un aumento de los errores. Francia se diluía; Portugal crecía. Así, la única ocasión en la primera parte llegó en un córner sacada por Quaresma y rematado por Éder, sacándose el balón de encima Lloris con fortuna.

La presión, la obligación a ganar, atenazaba a Francia como atenazó en 2004 a Portugal jugando en casa la final ante Grecia. Y en otra acción a balón parado volvió a tenerla Portugal en el 108. Clattenburg se equivocó al señalar una mano en la frontal del área y el lanzamiento de Guerreiro se estrellaba en el larguero de Lloris, que sólo un minuto después se veía sorprendido por el lanzamiento de Éder desde fuera del área que decidía la final.

Cristiano Ronaldo volvía al campo para recoger la copa y cerrar su gran año. Doble campeón de Europa, de clubes y de selecciones. Como Pepe. Doble derrota de Griezmann, de toda Francia.