Alemania y Francia reviven su vieja rivalidad hoy, en el Velodrome de Marsella, con la final de la Eurocopa en juego y un pronóstico incierto. En principio, Alemania, avalada por los antecedentes y su condición de campeona del mundo, debería ser la favorita, pero las numerosas bajas con las que cuenta Joachim Löw y las dudas que mostró el propio técnico ante Italia han limado un poco el aura de inaccesible de la "Mannschaft".

Si hace dos años, durante el Mundial, Alemania fue creciendo hasta llegar al punto álgido en la histórica semifinal frente a Brasil (1-7), en esta Eurocopa llega con dudas hasta la penúltima ronda.

Löw no ha dado con un sistema ofensivo que le convenza. Comenzó con Mario Götze como falso 9, pero no respondió a lo que esperaba y tampoco ha contado con la aportación de un irreconocible Thomas Müller, que incluso falló su penalti en la tanda contra Italia.

Al técnico alemán, además, se le ha caído medio equipo antes del que se supone que será el encuentro más complicado. No tiene por sanción al central Mats Hümmels y por lesión no podrá utilizar ni a Sami Khedira, ni a Mario Gómez, la solución ofensiva en los últimos partidos. Pendiente de la evolución del esguince de rodilla de Bastian Schweinsteiger, y de la sobrecarga muscular de Höwedes, Löw tiene que recomponer un rompecabezas confiando más en la calidad de su plantilla que en un funcionamiento armónico.

Francia llega eufórica a Marsella. Ante Islandia (5-2) desaparecieron todos sus complejos, por fin dio una buena imagen y se ganó a una afición que espera convertir el Velodrome en una olla a presión.

Cuenta, además, con el deseo de revancha. El de los actuales jugadores, la mayoría de los cuales sufrieron una dolorosa derrota en los cuartos de final de Brasil 2014 (1-0). "Les bleus" no derrotan a Alemania en un partido oficial desde hace 58 años, cuando se impusieron por 6-3 en el partido por el tercer puesto del Mundial de Suecia, con cuatro goles de Just Fontaine.