"Nuestro deporte necesita este tipo de historias". Roger Federer, desde su infinita grandeza, confesaba sentirse emocionado por el hecho de medirse a Marcus Willis, el tipo que ayer vivió su gran sueño en la pista central de Wimbledon.

Federer no tuvo compasión como es lógico, pero el resultado era lo menor importante de un partido que fue todo un acontecimiento. La de Willis es una de esas historias que parecen un guión cinematográfico. Llegó a Wimbledon de casualidad. Gracias a que ganó un torneo local que tenía como premio una invitación para jugar la previa de Wimbledon. Este profesor de tenis de 25 años que cobra treinta libras la hora de clase y aún vive con sus padres se coló en la fase previa. Una vez allí ganó los tres partidos y después superó la primera ronda del torneo al ganar a Ricardas Berankis. De golpe se embolsaba casi 60.000 libras y le esperaba el premio de disfrutar una tarde en compañía de Federer en la central de Wimbledon, en la catedral del tenis mundial. Algo increíble para un jugador que estuvo a punto de abandonar Inglaterra hace poco tiempo. El amor se lo impidió. Una noche conoció a una dentista llamada Jennifer Bate. A ella le contó sus planes de marcharse en busca de oportunidades a Estados Unidos y su intención de alejarse del tenis, un deporte que amaba, pero en el que no veía demasiado futuro. Lo decía con conocimiento de causa. Había sido un prometedor jugador junior, pero la mala vida y el exceso de alcohol anuló sus posibilidades. La chica le dijo que no podía marcharse a Estados Unidos tras haberla conocida y ambos iniciaron una relación que implicó la promesa de mejorar sus hábitos de vida y perder 25 kilos de sobrepeso que tenía. Y unos meses después se encontró con Roger Federer en Wimbledon en un ambiente de pura excitación, con sus amigos cantando en la grada y el público entusiasmado. Sus amigos adaptaron el tema "Freed from Desire", de la cantante italiana Gala, que se ha vuelto muy popular durante la Eurocopa que se está jugando en Francia gracias al delantero norirlandés Will Grigg.

Del ya célebre "Will Grigg's on fire, your defense is terrified" ("Will Grigg está enchufado, tu defensa está aterrorizada"), se pasó en Wimbledon al "Willbomb's on fire, Federer is terrified" ("Willbomb -como se conoce popularmente a Willis- está enchufado, Federer está aterrorizado"), que hicieron sonreír al de Basilea. Su novia se dejó las manos aplaudiéndole. Willis no dejó de sonreír, de disfrutar durante el encuentro y de levantar el puño cada vez que arrebataba un punto a Federer. No dejó pasar un detalle. Incluso se hizo con un polo de la colección del mismo Federer (con la R y F en las mangas) para medirse a él. Otro detalle que hizo las delicias del personal, un guiño de complicidad para la autoridad que tenía enfrente.

Sabía que aunque perdiera ya había entrado en la historia, particular historia, al convertirse en el británico de más bajo ránking que ha ganado un partido individual en Wimbledon, y además se ha llevado un cheque por 50.000 libras, unos 60.000 euros por su extraordinaria aventura. En todos los años que llevaba en el tenis apenas había sido capaz de embolsarse en premios 10.000 euros. De golpe, las deudas que acumulaba en sus tarjetas de crédito han desaparecido y ayer en sus mangas ya lucía algún pequeño patrocinio por publicdad. Mañana volverá a sus clase de tenis. La duda es si seguirá cobrando las treinta libras por hora o habrá subido la tarifa.