Héctor del Amo conquista el bronce en la competición de bola 8 del Campeonato de España de billar pool. Al certamen en Oviedo han acudido los 64 mejores jugadores nacionales. Sólo el murciano Francisco Sánchez, vigente campeón continental, y el canario José Alberto Delgado, su verdugo en semifinales, lo superan. No parece un logro especial en su trayectoria. El vigués acumula nueve títulos gallegos, veinte medallas nacionales e incluso un tercer puesto en el Mundial de 2015, disputado en Las Vegas. A alguien capaz de brillar a la luz de los neones de Nevada se le presume un exitoso rendimiento en territorio doméstico. Ese podio, sin embargo, tiene un mérito extraordinario. Del Amo no había podido practicar sobre una mesa reglamentaria de competición durante tres meses. No queda ni una sola en Vigo. El billarista no se engaña: "En ese tiempo no se te olvida jugar. Fui a competir, con esperanza, y todo salió bien. Pero no puedo estar así. Te puede salir un buen torneo por casualidad o inspiración. Si compites con gente que practica cada día, te acabarán pasando por encima".

El club La Gramola, una cafetería que existía en Travesía, era el único hogar de los billaristas federados vigueses. Allí disponían de dos mesas de competición, además de seis comerciales, las que abundan en los establecimientos. Eran instalaciones abiertas a todo el mundo, con el consiguiente desgaste de material y el entorpecimiento de los entrenamientos. Ya ni eso. La Gramola ha cerrado. Vigo se ha convertido en territorio yermo para el billar americano oficial.

Las diferencias entre las mesas de competición y las comerciales son notables. Las de competición miden 2,54 por 1,27 metros y las comerciales, más variables, no suelen exceder los siete pies de largo (2,1 metros). Difiere el material del tapete y la capacidad de deslizamiento, la consistencia de las bandas de goma, la calidad de las bolas... "Es como comparar un campo de fútbol con uno de fútbol sala. El juego es parecido, pero no tienen nada que ver", explica Del Amo.

Durante un tiempo Del Amo alquiló un local junto a otros siete jugadores vigueses. Pagaban 280 euros al mes. Compraron una mesa de oficial -de segunda mano pueden encontrarse a partir de 1.500 euros- y la instalaron allí. "Era lo ideal. No tenías restricciones de horario y sólo jugaba gente experta, con lo que el material siempre estaba en perfectas condiciones", recuerda sin ocultar su nostalgia. Por razones diversas, del grupo se fueron cayeron integrantes hasta que a los escasos que quedaron le resultó demasiada onerosa la renta. Vendieron la mesa. La Gramola se convirtió en su refugio, a la postre provisional.

Petición al Concello

Del Amo comprende que a los salones de billares les interesan más las mesas pequeñas, más rentables y adecuadas para los aficionados. Él ha pedido al Concello que ayude a los jugadores federados de Vigo. "Supongo que tendrán algún local vacío o alguna sala en un pabellón. El lugar es la principal dificultad. No todo el mundo puede comprar una mesa, pero a la postre te compensa. Por lo demás, no hay demasiados gastos: la luz, cambiar el paño cada dos años...".. De momento no ha recibido ninguna respuesta municipal.

En Galicia no abundan las mesas de competición. La liga de la Asociación Gallega de Billar Pool, que no es propiamente de federados, se juega en mesas comerciales. Héctor del Amo se ha enrolado en un club de Teo, que posee cinco mesas de competición. Al menos puede disputar con ellos los torneos. Recorrer diariamente, o con frecuencia, los 90 kilómetros entre Vigo y la villa del extrarradio santiagués para entrenarse le resulta imposible. Existía un local en Ourense con tres o cuatro mesas y el Círculo de las Artes de Lugo tiene otra. Todas demasiado lejos para mantener una actividad frecuente.

Héctor del Amo lleva 18 años practicando el billar americano. Figura en la lista de Deportistas de Alto Nivel de la Xunta de Galicia. "Aunque nunca he recibido una ayuda ni de la Xunta ni del Concello", advierte. También en el billar, al menos en el escenario nacional, se ha palpado la crisis, con una notable reducción en los premios. Nada de eso merma su pasión. Es aún aquel niño de 12 años entusiasmado cuando al desempaquetar su regalo de Reyes descubrió un taco de billar, marca Shark. Sabe, sin embargo, que su tiempo en el billar federado al más alto nivel se agota. "Cualquir logro como ese último bronce será difícil de repetir", lamenta.