Cuando la UEFA, por deseo de Michel Platini, se planteó una Eurocopa de 24 equipos, nada hacía planear que esa decisión iba a revolucionar tanto el fútbol europeo. El experimento, que consistía en dar la oportunidad a pequeñas naciones con poca solera se ha convertido en una auténtica rebelión de los modestos. Cinco selecciones hicieron sonar por vez primera sus himnos en una fase final de la Eurocopa, y de ellas, cuatro, todas menos Albania, volverán a escucharlo en octavos de final.

Quizá el ejemplo más sintomático de la fronda de los pequeños lo represente la Gales de Gareth Bale, que en un grupo complicado, con Inglaterra, Eslovaquia y Rusia, acabó primera. Es cierto que los galeses dependen de su estrella, pero han demostrado que son algo más que una comparsa.

Un papel que también parecía hecho a la medida de una Islandia que, contra todo pronóstico, acabó segunda del grupo F. El país más pequeño que jamás ha disputado una fase final de una Eurocopa se ha convertido en la sensación del torneo. El fútbol es rico en "¡Uhhhs!". El penúltimo de ellos lo patentó Cristiano Ronaldo tras recibir su tercer Balón de Oro. Pero existe otro grito, seco y gutural, que resuena estos días en la Eurocopa. La animosa afición de Islandia ha popularizado este peculiar canto.

Primero suenan dos golpes en un tambor de guerra. Acto seguido, los aficionados rugen "¡uh!" al tiempo que dan una palmada. Permanecen en silencio unos interminables segundos con los brazos en alto y vuelve a sonar el tambor. "¡Uh!". Y de nuevo el silencio, y de nuevo la palmada, con una frecuencia cada vez mayor. El impacto, sobre todo si la hinchada rival está callada, es grande. Hay reminiscencias vikingas en el ritual. Al seleccionador islandés, Heimir Hallgrimsson, se le preguntó por el origen de esta forma de animar. Se trata, dijo, de un ceremonial "robado" a uno de los clubes islandeses, aunque no especificó a cuál. "¡Pero si da miedo, seguro que lo seguiremos haciendo!", dijo entre risas Hallgrimsson.

Algo similar anima a Irlanda del Norte, que por vez primera se metía en la fase final de una Eurocopa y que con una única victoria, lograda ante Ucrania, le ha servido para entrar entre los 16 mejores. Tampoco había jugado nunca una fase final Eslovaquia como país independiente, aunque sí lo había hecho formando parte de Checoslovaquia.

En el apartado de selecciones inesperadas en octavos hay que incluir también a Irlanda, un equipo que juega con cinco jugadores de segunda división, sin estrellas pero que a base de pasión arrancaron el último billete hacia esa fase. Proseguir con la rebelión para los irlandeses es sinónimo de vencer a la anfitriona Francia. Un duelo que tendrá un gusto particular en las gradas, entre la afición local, la más numerosa, y la irlandesa, la más ruidosa y festiva. Otra forma de rebelarse.