España se ha metido en un lío tan tremendo como inesperado. La Eurocopa que algunos habían convertido en una alegre fiesta campestre para el equipo de Del Bosque se ha convertido de golpe en un viaje al lado más oscuro del torneo, aquel en el que esperan las selecciones más temibles del torneo. La derrota ante Croacia -un tanto inexplicable por las circunstancias en las que llegó tras dejarse remontar y fallar un penalti en el segundo tiempo que podría haber liquidado el choque- ha complicado la vida para la selección española que se enfrentará en octavos de final al oficio de una Italia menos talentosa que otras veces pero mucho más sobria. Un problema para un equipo autocomplaciente, falto de concentración y que ahora se empezará a replantear muchas de las verdades absolutas que había construido gracias a sus dos primeros partidos de esta fase previa.

El batacazo afectó a todas las líneas y avivará muchos debates en el siempre pantanoso ambiente que rodea a la selección española. De Gea pudo hacer mucho más en los dos goles croatas; Ramos fue una absoluta calamidad que además falló el penalti que podría haber sentenciado el partido; Busquets perdió la sobriedad habitual; el luminoso Iniesta desapareció por completo y en ataque Nolito y Morata apenas existieron. A Croacia la valió con una de sus versiones más discretas (sin Modric, Kovacic o Mandzukic, que descansaron pensando en los octavos) para aprovecharse de las infinitas lagunas que España ofreció sobre todo en la fase defensiva. Perisic, en dos acciones en el tramo final de cada una de las mitades del partido, abrió en canal a una España que se había adelantado por medio de Morata. El madrileño había culminado una acción brillante guiada por Silva y Cesc, con diferencia lo mejor de la selección. En ese momento nadie podía prever lo que vendría a continuación porque Silva se tragó a Croacia en la primera media con la complicidad de Cesc. El 0-1 fue la secuencia lógica del partido. Y también un problema para España que comenzó a caer en una peligrosa autocomplacencia. Mentalmente todos los jugadores se instalaron en ese lado del cuadro despejado de selecciones temibles. Un paraíso. Y fueron descuidando muchas de sus tareas. El repliegue fue un problema. El equipo de Del Bosque corría poco y mal hacia atrás, algo peligroso ante una selección que como Croacia elegía bien los momentos para acelerar el juego y que tienen ese talento balcánico que les transforma en animales competitivos casi únicos. Solo Piqué salvó la cara en muchos momentos delicados. Juanfran sufrió ante Perisic y Ramos no estuvo casi nunca en su sitio. El lateral del Inter de Milán se fabricó en el último minuto una jugada que Kalinic remató a la red ante la curiosa mirada de Ramos y de De Gea, paralizados por completo.

Los síntomas inquietantes se hicieron más evidentes en el segundo tiempo que España jugó con cierta sensación de sentirse a salvo de cualquier desgracia. Tenía la pelota, no sufría porque los croatas simplemente esperaban, pero el equipo no transmitía casi nada. Nolito y Morata no existían; Cesc había bajado su nivel y el equipo seguía colgado de lo que el genial Silva fuese capaz de fabricar. Tan mal vio el panorama Del Bosque que cambió el sistema. Sacó a Bruno por Nolito para jugar con doble pivote y darle al equipo el cinturón de seguridad que necesitaba. Si no se ganaba, al menos no perder porque el empate garantizaba el primer puesto. Y por momentos pareció que la receta cuajaba y cuando Aduriz entró por Morata el equipo multiplicó su presencia en el área. Así llegó el penalti a favor que podía haberle dado a España la sentencia. Ramos ejerció de capitán y reclamó la responsabilidad. Pero estampó el disparo contra el portero croata que se había delantado tres metros antes del lanzamiento. España se quedó atontada tras el error. No fue el último que cometió. El peor llegó a un minuto y medio del final. Una contra croata pésimamente defendida cuando en el campo había dos pivotes defensivos y nadie entendió que era necesario cortar la transición de un modo expeditivo. Todo el mundo cerró mal y finalmente el remate de Perisic se fue al palo corto donde De Gea había dejado la puerta demasiado abierta. A España solo le quedó la última genialidad de Silva que un defensa croata sacó bajo palos. La selección se ha ganado un buen problema. Su camino se ensombrece y se ha llenado de nubarrones italianos.