Quino Salvo, con el balón, en un partido con el Fórum Filatélico. // El Norte de Castilla

Con el corazón roto, pero con el temor de que se entere de que me estoy dando un poco de tiempo para recuperarme de su perdida, me pongo inmediatamente a hacer lo que debo. Oigo en el viento un "¡déjate de ostias y escribe lo que te piden!" que me da ánimos para hablar de un dios, de una persona de las que pasan pocas por estos lares.

Don Joaquín Salvo Pastor ha marcado toda mi existencia, ha ocupado todos los espacios posibles en la vida de un hombre: hermano, amigo, padre, confidente, cómplice y también hijo. Desde temprana edad fue la roca más fuerte del entorno, aquella en la que nos refugiábamos en los momentos más difíciles, el gesto amable y enérgico que nos acompañaba siempre, que siempre inspiraba una salida al problema más complicado. Quino nos abrió el camino a una generación de jugadores de nuestra ciudad, puso en el mapa del baloncesto masculino a Vigo.

Era el hombre de las mil anécdotas, el único que entrenaba en el viejo Sar con camiseta de asas, cuando todos los demás nos poníamos dos chándals en el frío invierno compostelano; el hombre que en un contraataque de dos contra cero te daba el balón hacia atrás para que tú metieras la canasta.

Grande entre los grandes, el más respetado en el baloncesto español, recordado en todos los sitios donde ejerció su profesión. La única persona que logro que el CAI Zaragoza tuviese acento gallego y no es metafórico. Cuando íbamos a jugar contra ellos, sus compañeros tenían acento gallego, os lo prometo; preguntadle a Fernando Arcega.

Capaz de codearse con la elite y dedicar parte de su tiempo a enseñar a leer a un aficionado. Sus casas fueron nuestras casas, todo lo suyo siempre fue lo nuestro. Ni en tres vidas que viviésemos podríamos devolverle ni la décima parte de lo que él nos dio.

Ejemplo de lucha, una semana antes de morirse, y ya en silla de ruedas, lo encontré en el gimnasio de la residencia haciendo abdominales; sí, había que ayudarlo a colocarse, pero él los hacía.

En donde esté, no dudéis ni por un momento que ya está montando un equipo. Y aunque se salga de fiesta un poco, mañana por la mañana al que no lo dé todo entrenando lo va a volver loco.

Todos sus amigos estamos tranquilos porque en este nuevo equipo al que se ha ido tiene gente que lo está esperando para cenar esta noche: José Luis (Abós), Suso (Montes), Fernando (Martin), Lalo (García), Mike (Phillips). 23 años y 1 día después Drazen Petrovic va a volver a escuchar la famosa frase que le brindó después de hacerle la primera falta (ostión) en un partido: "Neno, aún me quedan cuatro".

No es casualidad que en la misma semana se retiren dos de los gladiadores más bravos de nuestra historia, Cassius Clay y Quino Salvo (el hombre de la muñequera de pinchos). Si hay un combate entre ellos, yo no me lo pierdo.

Descansa en paz, hermano.

* Exjugador y entrenador