Era uno de los momentos más esperados del partido. En los minutos previos al choque entre Galicia y Venezuela, el protagonismo recaía en Rosa Cedrón. La artista interpretaba primero el himno de Venezuela para, segundos después, cantar las letras de la canción que une a toda Galicia. Deportivistas y celtistas se unían para competir bajo un mismo escudo, bajo una misma camiseta.

Ese símbolo de unión ya se vivió en los derbis gallegos de la pasada temporada. Riazor y Balaídos evidenciaban ese nexo antes de la batalla entre célticos y blanquiazules. Hoy no había choque entre las dos potencias del fútbol gallego, sino que la unidad se trasladaba también al terreno de juego. Era el retorno de la IrmandiñaIrmandiña, de la selección de todos.

El fútbol gallego vivió su otra fiesta. La selección gallega regresó casi ocho años después. Ese anhelo de ver a Iago Aspas y Lucas Pérez se hizo realidad. El talento y la calidad afloró sobre el césped de un Riazor que tampoco discriminó entre célticos o deportivistas. Ante Venezuela, todos eran gallegos.