El Celta cierra esta tarde en el Vicente Calderón una temporada mágica. Pendiente de rubricar el quinto puesto como complemento dorado a uno de los mejores años de su historia, el conjunto celeste se ha asegurado, una temporada más (nueve en el total de sus 92 años de existencia) en Europa. Este cierre es todavía más relevante si tenemos en cuenta que los vigueses cumplen su cuarta temporada consecutiva entre los grandes después de recuperar una plaza en la élite del fútbol español y de partir a principios de Liga con el objetivo de afianzar esta posición en uno de los mejores campeonatos del mundo.

Las palabras de su presidente, Carlos Mouriño, son un referente para la filosofía de este club, que ha sabido trasladar al terreno de juego los valores que se han venido apuntalado en los despachos en los momentos de mayor debilidad financiera. "No hay que olvidar de dónde venimos", repite Mouriño. El Celta ha revalorizado su imagen ahora con una nueva clasificación para la competición continental. Pero lo hace con un músculo y una fortaleza que le permite acceder al escenario europeo como un ejemplo de estabilidad, como un modelo al que imitar.

La cima que hoy se alcanza con la conclusión de la temporada en el Vicente Calderón viene precedida de un arranque liguero espectacular, pese a que aquel ya lejano 23 de agosto de 2015, cuando se daba el pistoletazo de salida a la Liga que hoy termina, el triunfo fue por la mínima ante el Levante en el Ciutat de Valencia (1-2) con tantos de Orellana y Aspas. El gran arranque liguero se tendría su continuidad y su mejora en casa ante el Rayo Vallecano (3-0) en lo que sería el comienzo de un "tridente" goleador que se ha convertido en referencia en el campeonato español con el paso de las jornadas. Ante los madrileños se incorporaban los "golitos de Nolito" a la nómina goleadora celeste con dos dianas.

Seis puntos de seis, aunque lo mejor estaba por llegar. Y eso que David Simón, en el minuto 73 del choque en Balaídos ante Las Palmas servóa a los canarios para empatar y para arrojar un jarro de agua fría a la parroquia celeste que veía como se esfumaba el tercer triunfo consecutivo. Claro que un triunfo en la cuarta jornada en el Sánchez Pizjuán (1-2) y una goleada histórica (4-1) ante el todopoderoso Barcelona el miércoles 23 de septiembre disparaban las expectativas de los de Berizzo cuando tan solo habían transcurrido 5 jornadas. El grupo se había ganado ya toda la credibilidad de la que se ha hecho acreedor esta campaña.

Dos empates en Eibar y en Balaídos ante el Getafe y un valioso triunfo (1-2) en El Madrigal cumplimentaban ochos jornadas de muchos quilates. La resistencia céltica se derrumbó con la llegada del Real Madrid un sábado 24 de octubre en la novena jornada. Un tanto de Cristiano Ronaldo en el minuto 7 y otro de Danilo en el 22 pusieron muy cuesta arriba un choque que ni siquiera un golazo de Nolito por todo el ángulo pudo decantar a favor del conjunto vigués. Marcelo, en el 95, se encargó de cerrar el marcador (1-3).

Un triunfo en Anoeta ante la Real Sociedad (2-3) a la semana siguiente permitiría a los vigueses recuperar la confianza y, sobre todo, afrontar dos jornadas "negras" (derrotas dolorosas en casa ante el Valencia -1-5- y en el estadio del eterno rival ante el Deportivo 2-0) antes de vivir otras cuatro jornadas especialmente productivas frente a rivales como Sporting, Betis, Espanyol y Granada: 10 puntos de 12. Esto le permitiría aguantar en puestos europeos con 31 puntos tres reveses seguidos con los que terminó 2015 y empezó 2016: 0-1 ante el Athletic, 2-0 en La Rosaleda y 0-2 frente al Atlético. Se acababa una primera vuelta de la peor manera, pero espléndida en el cómputo general. Ya no había duda de que esta temporada el Celta estaba llamado a ser una de las revelaciones del fútbol español. Y no solo por resultados, sino por el juego cautivador que los hombres de Berizzo estaban exhibiendo sobre el terreno de juego. Con Fontás apartado del equipo por la lesión sufrida ante el Deportivo unas jornadas antes, esta mala racha coincidía con el principio de la lesión de Nolito (dos meses y medio de previsión) y la marcha al Atlético de Madrid del capitán Augusto Fernández.

El conjunto vigués sangraba en el comienzo de año por doquier, por lo que un triunfo "in extremis" ante el Levante en el comienzo de la segunda vuelta fue en cierta manera reparador ante lo que se venía encima. Una derrota en Vallecas daba paso a una época de dudas en la que los tropiezos en forma de empate en casa (Sevilla o Villarreal) o un triunfo en Getafe (0-1) se confundían con severas derrotas, pese al buen juego, en Barcelona (6-1) o en el Santiago Bernabéu (7-1).

Sin embargo, en el feudo blanco, el 5 de marzo, se acabó la cuesta abajo. Afianzado en la séptima plaza pese a todo, el Celta no hizo otra cosa que remontar el vuelo. Creyó en propuesta, fue fiel a sus principios y renació de sus cenizas. Ganó a la Real en Balaídos (1-0), se desquitó de la derrota de la primera vuelta en Mestalla (0-2) con recital incluido, superó el empate (1-1) ante el Deportivo en casa; regresó de El Molinón (0-1) no solo con tres puntos sino con un compromiso de fidelidad por parte de la afición (2.000 celtistas le arroparon a orillas del Cantábrico) y sacó rentabilidad a sus compromisos ante el Betis (el empate ante los andaluces le dio la clasificación matemática para jugar en Europa la próxima temporada), Espanyol y Granada. Así fue como mantuvo en esta recta final la pugna por la quinta plaza que ha recuperado tras derrotar al Málaga en la última jornada y después de perder en San Mamés ante el único rival (más allá de los cuatro grandes) que le han sabido hacer sompra esta campaña.

El choque de hoy en el Vicente Calderón dictará sentencia, pero lo que no hará será restar ni sumar méritos a una temporada en la que el Celta ha devuelto a su hinchada a sus mejores sueños.

Una Copa de trago largo

  • Si el papel del Celta en la Liga es para enmarcar, su actuación en la Copa del Rey también estuvo a la altura de las mejores de su historia. El conjunto celeste se colocó a las puertas de la que hubiese sido su cuarta final copera tras las de 1948, 1994 y 2001. Una segunda parte para olvidar en Sevilla le obligó a hincar la rodilla en una competición que los célticos iniciaron ante el Almería, un equipo en una situación delicada en Segunda División que apenas opuso resistencia: 1-3 en tierras andaluzas y 1-0 en Balaídos. Andalucía sería de nuevo el destino del equipo del "Toto" Berizzo en los octavos de final. Allí, en la "Tacita de Plata" le esperaría el Cádiz, inesperado contrincante tras la eliminación por alineación indebida de Cherysev en el Real Madrid. Tampoco hubo color. La superioridad que determinaba la lógica se trasladó también al terreno de juego y los vigueses, con dos tantos de Guidetti y otro de Jonny , dejaron resuelta la eliminatoria en la ida. En Balaídos, Guidetti otra vez y Drazic sentenciaron el pase a los cuartos de final del torneo copero en el que el Celta ya empeza a depositar buena parte de sus ilusiones.El bombo, sin embargo, no se lo puso fácil a los celestes. El sorteo deparó un Celta-Atlético. La eliminatoria, que coincidió con la marcha de Augusto al conjunto colchonero. El empate en Balaídos (0-0) dejaba como favorito a los rojiblancos, en aquel entonces aspirantes a todos los títulos en juego, Liga y Champions incluoidos. Pero el Celta, pese a que por aquel entonces no estaba en un momento óptimo en el torneo de la regularidad, sí fue capaz de llegar al Vicente Calderón con su habitual descaro y poner contra las cuerdas a los locales. Dos zarpazos del "Tucu" Hernández y un "proyectil" de Superguidetti tumbaron las esperanzas de triplete de los del Cholo Simeone y colocaron al Celta en las semifinales de la Copa del Rey.El Sevilla se cruzó en el camino celeste para frenar la marea celeste que había alcanzado con el triunfo en el Calderón sus cotas más altas de la temporada. El sueño de una final avistaba a la vuelta de la esquina otro momento inolvidable para la afición celeste, pero una nefasta segunda parte en el Sánchez Pizjuán acabó por aplacar los ánimos. El 4-0 de la ida ponía el retorno en Balaídos en el capítulo de lo imposible. Y, a pesar de ello, el Celta hizo un ademán de darle la vuelta a la eliminatoria con un 2-0 que alimentó la ilusión. Con el tanto de Banega el sueño se diluyó y cerró una de las participaciones más destacadas del conjunto vigués en la competición del ko.