Casi una década ha llevado a Carlos Mouriño, el presidente del Celta, llevar al equipo vigués al mismo techo deportivo que el dirigente heredó cuando adquirió a Horacio Gómez el paquete mayoritario de acciones del club en mayo de 2006. Diez años ha llevado al presidente céltico devolver al equipo de Balaídos su antigua gloria, una larga y ardua travesía, jalonada, como la de Ulises, de dificultades y momentos dramáticos que tuvieron al club al borde de la desaparición, pero también de aciertos institucionales y proezas deportivas que han convertido al Celta en uno de los clubes más saludables del pujante campeonato español.

En su tiempo al frente de la entidad, Mouriño ha sabido rectificar los errores iniciales que llevaron al descenso y una penitencia de cinco años en Segunda para rescatar al club de la ruina económica y deportiva que pendía sobre su cabeza. El éxito del proceso concursal al que el club se acogió con el agua al cuello. Una estricta política de contención del gasto, la acertada elección del equipo ejecutivo, tanto en el aspecto deportivo como institucional, y el giro introspectivo dado al proyecto, más centrado en lo propio y mejor liderado desde el banquillo, han permitido al Celta ir creciendo hasta volver al punto de partida más fuerte y sano que nunca.