Último ataque del Academia Octavio en Artaleku, hogar histórico de aquel Elgorriaga campeón que dirigía Juantxo Villarreal. El actual Bidasoa intenta regresar a la élite. Ha iniciado la 25ª jornada de División de Honor Plata a tres puntos del Valladolid en la pelea por el ascenso directo. El Octavio viaja a la escabechina, se supone. En Vigo, en la primera vuelta, cayó por 15-31. El electrónico desmiente ese pronóstico. Los locales han ido perdiendo casi siempre desde el inicio e intentan remediarlo al final. Davidovic, justo a falta de un minuto, pone el 26-25.

Óscar Silva, primera línea académico, intenta explicar la milagrosa igualdad. "Lo he hablado con un conocido mío allí. Yo creo que les ha pesado el parón. Tienen el play off asegurado y se relajaron. Cuando han querido, ya no han podido coger el ritmo. No han estado afortunados en el lanzamiento, tiraban a destiempo, y además Jorge (García Lloria, el portero vigués) ha estado increíble".

El Octavio, que se sentía desahuciado desde hace meses, ha recobrado ciertas esperanzas de salvación en las últimas semanas. Llegó primero la reacción propia, con tres victorias consecutivas en As Travesas. Después, la retirada del Balonmano Aragón en Asobal se supone que también lo inhabilita para jugar en Honor Plata. Las plazas de descenso se reducirían así de tres a dos. Así que de repente la frontera de la permanencia se ha aproximado a dos puntos cuando se reanuda la competición (el Octavio tenía 10 cuando se conoció la decisión del Aragón; Cisne y Amenabar, 12). "Echar cuentas es difícil. Pero es que antes necesitábamos ganar seis de seis partidos, prácticamente. Ahora puede ser más factible", conviene Silva.

Suceden imprevistos que alteran la aritmética normal. El Zamora, ya sin opciones de ascenso directo, reserva energías para el play off y cae en Zarautz por 29-25, disparando al Amenabar hasta los 14 puntos. "Un resultado inesperado", reconoce Silva, que se consuela: "Pero otros resultados nos han favorecido". La Roca empata en una de sus últimas citas asequibles y se queda en 16; Cisne (12) y Nava (13) pierden. Son historias paralelas o posteriores a la de Irún, donde todos en la categoría habrían apostado por un triunfo local.

Cualquier plan que el Octavio pueda haber concebido en su cabeza exige producir puntos propios. Pero no ante el Bidasoa, que casi se descuenta en el calendario. A la localidad vasca había acudido Jabato con el único reto de "ofrecer buenas sensaciones". Pero lo cierto es que el entrenador académico, a 39 segundos del final, lanza sobre la mesa de anotadores la cartulina del tiempo muerto y el bocinazo detiene la galopada del cronómetro en Artaleku. Jabato va a diseñar sobre su pizarra una última acción que permita al Octavio lograr el empate.

La producción ofensiva ha estado muy repartida. Borja Méndez acumula seis goles; Cerillo, cuatro; Figueirido e Iglesias, tres. Igual que Guillermo Herrero, el último refuerzo, cedido por el Sinfín y que se había incorporado a los entrenamientos a mitad de semana. "Es un primera línea parecido a Borja, Rubén o yo mismo", describe Silva. "Es rápido y se ve que tiene algo más de decisión a la hora de lanzar desde fuera".

Herrero, sin embargo, no es una opción que Jabato pueda manejar. Se ha torcido un tobillo. Méndez, como cerebro, y Cerillo, por veteranía, son quizás las alternativas obvias. Jabato busca la sorpresa. Silva, que ha marcado dos goles, manejará el balón y Figueirido se le cruzará por detrás para recibir y jugársela.

Para Silva ha sido una temporada complicada. A comienzos de octubre chocó con Hermida en un entrenamiento y se fracturó la mandíbula. Estuvo dos meses de baja. Ya había reaparecido cuando se le encabritó una muela de juicio en la zona operada. Esperó al parón para someterse a una nueva operación. Hace poco le retiraron las placas que habían fijado el hueso roto y le extrajeron la muela. Cada vez que encara a la defensa rival ha de vencer el miedo a un nuevo golpe.

El partido se reanuda. Figueirido inicia su movimiento. Pero Silva ha detectado que los defensas del Bidasoa suben demasiado a la presión y modifica la acción. "Vi que había espacio y era posible fintar", explica. Es él el que acomete. No es la primera vez que baila sobre el abismo. Cuatro goles consecutivos suyos, recién salido de una gripe, le habían dado la victoria al Octavio sobre La Roca por 28-27; el último, de cadera, a tres segundos del final. Esta vez rectifica en el aire. "No sé si es que no me tiembla el brazo o si es mucha suerte", duda con humildad.

Lo cierto es que ha marcado el 26-26, que el Bidasoa ya no acierta a modificar en los 19 segundos que restan. Un empate que provoca "un subidón anímico", confiesa Silva. El primer punto que el Octavio consigue fuera en toda la temporada, el primero que el Bidasoa pierde en casa, un puntazo de fe y vida.