Durante una hora apenas hubo noticias del Madrid, que prolongaba en el Camp Nou su errática trayectoria fuera de casa. Piqué todavía saboreaba el gol que se le negó en el Bernabéu cuando Marcelo rajó de arriba a abajo la estructura defensiva del Barcelona para lanzar una jugada que acabó con una preciosa chilena de Benzema. A partir de ahí, un equipo acomplejado y sin una línea de juego clara se adueñó del escenario, con un atrevimiento que hubiera firmado el mismísimo Johan Cruyff. En la misma medida que se creció el Madrid menguó el Barcelona, al que ni siquiera salvó el exceso de vista del árbitro, que anuló un gol a Bale que pareció legal, ni la enésima temeridad de Sergio Ramos, que se ganó la expulsión a pulso. Un minuto después, el Madrid volvió a llegar al área como Pedro por su casa y Cristiano Ronaldo, desaparecido hasta entonces, hizo justicia. Fue la demostración de que al Madrid nunca se le puede dar por muerto porque siempre vuelve.

Pese a los mensajes durante la semana, los dos grandes del fútbol español parecieron salir con el freno de mano puesto. El Barcelona controló la situación,jugando al trantrán, como convencido de que tarde o temprano encontraría la manera de asaltar los dominios de Keylor Navas. El Madrid contribuía con una actitud contemplativa, cediendo mucho terreno y sin la finura necesaria para amenazar con el contragolpe. Con Casemiro como ancla, Zidane reforzó la zona central para evitar la conexión de Messi con Iniesta, Suárez y Neymar. La rutina sólo se alteró con una jugada extraña, en un saque de puerta de Bravo que derivó en un pase de gol de Neymar increíblemente fallado por Suárez.

Con Benzema extrañamente torpe y Cristiano aturullado, Bale fue durante el primer tiempo la única vía de peligro del Madrid. Al Barcelona también le faltaba fluidez, por lo que sólo consiguió subir las pulsaciones de su hinchada cuando le salió bien la presión adelantada. Así forzó la única intervención de Keylor Navas, que desvió con agilidad un remate de Rakitic en una jugada que nació de un robo de balón del croata cerca del área blanca. El partido estaba tan atascado que ni siquiera dos faltas muy propicias para Messi y Cristiano Ronaldo encontraron puerta.

El Barcelona regresó con una marcha más del vestuario y el Madrid no daba abasto para contrarrestar el ritmo de balón azulgrana. Messi dejó su genialidad de la noche con una vaselina tan espectacular que sólo el mejor Keylor Navas fue capaz de contrarrestar. Su vuelo propició el primer córner de una serie que acabaría con el cabezazo de Piqué, adelantándose a Pepe. Imposible incluso para Navas.

El gol provocó justo el efecto contrario al esperado. Al Barcelona le bastaba con controlar la situación como mandaba Cruyff, pero se partió en dos. Al Madrid, cuando podría haberle caído todo el peso del Camp Nou encima, le dio un arrebato de orgullo. Al frente se puso Marcelo, que inauguró su espectacular última media hora con una arrancada que pilló al centro del campo del Barça completamente desestructurado. El lateral llegó hasta el borde del área y abrió para Kross, cuyo centro rebotó en la pierna de Jordi Alba, levantando el balón justo sobre el flequillo de Piqué para caer manso en los dominios de Benzema, que dibujó una chilena tan estética como efectiva.

La jugada del empate dejó en evidencia el hundimiento de Rakitic, el jugador que junto a Busquets había marcado el tempo del partido hasta entonces. Su sustitución por Arda Turan parecía cantada, pero con el turco no mejoraron las cosas. Al contrario. El Barça desapareció.

Por contra, el cambio de Jesé por Benzema agudizó la frescura física y mental que mostraba el Madrid. El Barça estaba tan desbordado por los acontecimientos que sólo podía salvarse con algún chispazo del tridente. Pero Neymar completó un partido para el olvido y Luis Suárez, tan comprometido con el equipo como siempre, sólo recordó al matador que lleva dentro con una imprevisible volea, casi sin ángulo, que se marchó rozando el poste. Faltaban diez minutos y fue el adiós del Barça al partido.

Porque a partir de ahí el Madrid decidió que era el momento de devolver la afrenta del partido de ida. No le importó que el árbitro, haciendo caso a su ayudante, viese falta en un cabezazo limpio de Bale ante Jordi Alba. O que Cristiano enviase rozando al larguero un remate tras una contra en superioridad numérica. Tampoco que Bale no acabase de aprovechar una indecisión de Jordi Alba. Ni siquiera que Sergio Ramos se ganase una roja que podría haber visto bastante antes.

Con el sevillano camino de los vestuarios, Carvajal se anticipó una vez más al melancólico Neymar y avazó sin oposición hacia el borde del área. Combinó con Bale, que sacó un centro pasado, al segundo palo, donde Alves dio todas las facilidades para que Cristiano Ronaldo se redimiese de su desdibujado partido. Controló con el pecho y, desde cerca, fusiló a Claudio Bravo. Fue la confirmación de que el Madrid siempre vuelve.