En cuatro días, Leo Messi exploró los rincones más recónditos de dos de los campos más incómodos de la liga española. En Vallecas firmó su enésimo "hat-trick" y ayer, en Ipurua, dio una lección de fútbol. Lideró a un Barça sobresaliente, que cambió el guión habitual: empezó como un tiro, igualando la intensidad del Éibar, y después administró su ventaja. Más allá de la racha de partidos sin perder, ya 36, ese es el gran mérito de Luis Enrique, el de mantener la tensión en unos jugadores que miran por el retrovisor y ven, allá a lo lejos, a sus perseguidores. Al final, con el gol de Luis Suárez y la tarjeta de Mascherano, que podrá descansar frente al Getafe, el Barça cumplió todos los objetivos que le llevaron hasta Éibar, donde se encontró con un duro rival que está en esa fase de la temporada en la que no le sale nada.

A diferencia de otras sobremesas recientes, como la de Málaga o Las Palmas, el Barça saltó a Ipurua bien despierto. Además del día de permiso a Neymar, Luis Enrique sólo concedió descanso a Iniesta. Con la estructura defensiva intacta, Piqué y compañía consiguieron saltarse la presión adelantada del equipo de Mendilibar. Una vez superada esa primera línea, el partido quedó en los pies de Messi, que a la primera hizo sangre. Metió un pase en profundidad a Luis Suárez, que ganó la línea de fondo y regaló el gol a Munir, que justificó así la confianza del entrenador.

La ventaja tampoco amodorró al Barça, que con mejor o peor juego parece haber cogido velocidad de crucero en la fase decisiva de la temporada. Si no lo reflejó en el marcador fue porque Luis Suárez mostró la ansiedad típica de los goleadores en época de sequía. Así que el Éibar, con su estilo machacón, se agenció un par de oportunidades en las que el balón cortejó el poste derecho de Bravo. Tronaba Ipurua cuando Kapa perdió el balón ante Munir, que se la entregó a Messi para que ejerciera de Messi: conducción, amagos y zurdazo teledirigido a la red.

Con 0-2, el Barça tranquilo y el Éibar resignado, la segunda parte fue mucho más plana. No pasó casi nada hasta que Ramis cortó con el brazo, desde el suelo, un centro de Luis Suárez. Messi afrontó la responsabilidad y, con un semi-Panenka, zanjó el debate. Luis Enrique pasó página con un triple cambio y los últimos minutos sólo sirvieron para ratificar la vena competitiva de Luis Suárez, que porfió y porfió en el área para dejar su huella en un partido que se jugó de principio a fin bajo el compás de ese arquitecto de lujo llamado Leo Messi.