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El boicot de Cleo Hill

Racismo y lucha de egos se entremezclan en la caída en desgracia de una de las grandes promesas frustradas de la liga

Cleo Hill.

La historia de la NBA, al menos sus notas a pie de página, también se escribe con aquellos talentos que no llegaron a florecer. Promesas frustadas por la muerte o las lesiones. Genios desnortados que se perdieron por el camino. De Cleo Hill se sigue ignorando la razón auténtica que interrumpió su crecimiento. Racismo y conjuras de vestuario se entremezclan en una madeja que ni siquiera él acertaba a descifrar para los archivos.

Cleo Hill alcanzó la gloria en el Winston-Salem Teachers College, en Carolina del Norte. En esa institución educativa se le sigue considerando el mejor jugador de todos los tiempos por delante de "Pearl" Monroe, este sí figura de la NBA y miembro del Hall of Fame. Hill era un base pequeño, de 1,85, pero con prodigiosas condiciones atléticas y un amplio catálogo ofensivo. Incluso algunos chicos blancos como Billy Packer, futuro comentarista televisivo, cruzaban las fronteras invisibles del gueto y se acercaban a verlo al gimnasio del Winston-Salem. Packer definiría después a Hill como el predecesor de David Thompson o Michael Jordan.

En sus cuatro años de instituto Cleo Hill promedió 23,2 puntos y 6,8 rebotes por partido. Números que llevaron a los Saint Louis Hawks a seleccionarlo en la octava posición del draft de 1961; el primer negro procedente de un "college" segregado que era elegido en primera ronda. Los Hawks habían caído en las finales de la NBA de ese año ante los hegemónicos Celtics. La llegada de aquel joven eléctrico, capaz de realizar mates espectaculares casi desde el tiro libre, podía proporcionar el impulso que necesitaban para destronar a los de Auerbach.

Fueron precisamente los Celtics los que desempeñaron un papel secundario en el drama de Hill. El 17 de octubre, durante la pretemporada, ambos equipos quedaron en disputar un amistoso en Lexington. En las horas previas, al mediodía, alguien llamó a la puerta de la habitación de Hill en el hotel Phoenix. Eran Bill Russell y Sam Jones, astros rivales. En el restaurante se habían negado a atenderlos. Russell y Jones habían decidido boicotear el partido. Proponían a los negros de los Hawks que secundasen la postura. Hill bajó al restaurante y comprobó que el veto era cierto. Él y sus compañeros Sihugo Green y Woody Sauldberry se unieron a Russell y Jones. Ningún jugador de color disputó el encuentro.

La reacción de ambas franquicias fue bien diferente. El dueño de los Celtics apoyó con firmeza a sus jugadores. En cambio su homólogo de los Hawks, Ben Kerner, dejó a los suyos a la intemperie cuando la prensa de Saint Louis se cebó con ellos. Bob Burnes, columnista del Globe Democrat, llegó a pedir que los tres fuesen suspendidos. Kerner no lo hizo, pero tampoco dijo una sola palabra en su defensa. Y a las pocas semanas traspasaba a Green y Sauldberry. Cleo Hill se había quedado solo.

El joven, pese a su tensa relación con el propietario de los Hawks, protagonizó un debut impactante. En su primer partido oficial en la liga anotó 26 puntos. Una exhibición que paradójicamente cavó su tumba. Bob Pettit, Clyde Lovelette y Cliff Hagan, los jerarcas de la plantilla, protestaron con aspereza al entrenador, Paul Seymour. Se quejaron de que Cleo Hill acaparaba demasiados tiros y sus asistencias escaseaban.

El técnico se puso del lado de Hill. Cuando los veteranos del equipo empezaron a ignorar al joven en el juego, negándole los pases, se reunió con ellos y amenazó con imponerles una multa. El propietario se situó en la trinchera contraria y presionó a Seymour para que redujese el peso de Hill en sus sistemas. Como el entrenador no dio su brazo a torcer ("no podría mirarme al espejo si lo hubiese hecho", le explicaría años después a Hill), Kerner lo destituyó en la decimocuarta jornada, tras una victoria. Lo sustituyeron Andrew Levane, primero, y Pettit, después, éste alternando el banquillo y la cancha. Ambos convirtieron al base novato en una pieza marginal. Los Hawks acabarían aquella campaña fuera de los play offs, con 29 victorias y 51 derrotas. Hill se quedaría en 5,5 puntos, 3,1 rebotes y 2 asistencias de media.

Algo se había roto en su interior. El jugador que se presentó a la siguiente pretemporada, ya con Harry Gallatin al mando, carecía de entusiasmo y fogosidad. Gallatin lo despidió. Paul Seymour le dijo al chico que no se preocupase. Entonces no existían agentes ni métodos tecnológicos de análisis. El mercado se movía por referencias directas y contactos personales. Seymour se encargaría de buscarle destino. Sin embargo, nadie llamó. Y Seymour acabaría confesándole la razón: "Kerner es más poderoso de lo que yo pensaba". El dueño de los Hawks había difundido entre las franquicias que Hill era un tipo problemático, que había destrozado su vestuario.

Hill jamás volvió a jugar en la NBA. Actuó profesionalmente en otras ligas. Fue un exitoso entrenador en el Essex County College in Newark. Trabajó de profesor. Falleció el pasado mes de agosto. Satisfecho con su vida, examinaba lo sucedido sin excesiva amargura, achacando su defenestración más a los egos de sus compañeros que al racismo: "Ellos cobraban por los puntos que anotaba. Y allí estaba yo, quitándoselos". Bob Pettit o el general manager de los Hawks en la época, Marty Blake, también descartaban que el asunto racial hubiese influido. Otros como Packer, el influyente comentarista de la CBS que iba de adolescente a ver jugar a Hill, sostienen que el color de la piel fue la clave. La controversia permanece, igual que el nivel que habría podido alcanzar de haber caído en otro equipo, con otros compañeros, en otro instante cualquiera. Packer no vacila: "Hubiera sido una de las más grandes estrellas de la NBA".

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