Quedará como otra de las acciones del partido. Corría el minuto 58 de juego. El Celta disponía de una de sus primeras llegadas al área rival de la segunda parte. Pablo Hernández finalizaba un ataque que acababa en saque de esquina. El "Tucu" terminaba cojeando. El chileno y Guidetti reclamaban penalti, pero Clos Gómez no señalaba nada.

Posiblemente en esa acción acabó la realidad del sueño copero. Tras ese saque de esquina llegó el gol de Gameiro, que ganó en carrera a Jonny y posteriormente superó en el mano a mano a Rubén Blanco. El Celta quedó tocado. Tres minutos después el delantero francés del Sevilla firmaba su segunda diana de la noche y la tercera para los hispalenses.

El Celta se rompía. Su desequilibrio se convertía en el liado ideal de un Gameiro que buscaba hurgar todavía más en la herida del equipo vigués. La duda reside en esa acción, en esa pena máxima que, en caso de transformarse, podría cambiar el devenir de un partido que concluyó con un duro y severo castigo al equipo de Berizzo y al sueño de toda una afición.