La distancia es el olvido, recuerda el tango. Hace doce días, Balaídos despedía con un gran aplauso a Augusto Fernández. El capitán del Celta había decidido fichar por el Atlético de Madrid y el celtismo le agradecía con enorme y sentido cariño los servicios prestados. Ayer, el argentino se presentó en Vigo con su nueva camiseta y se encontró con más abucheos y silbidos que felicitaciones y aplausos.

Muchos de los que entendieron que el Negro aceptase mejorar deportiva y económicamente, cambiaron de opinión a medida que los dirigentes de Vélez Sarsfield fueron desvelando detalles del traspaso y de los dividendos que se llevaron el Celta y el club argentino, que compartían los derechos federativos del jugador. Cinco millones de euros para repartir a medias era lo que establecían las condiciones contractuales oficiales.

En medio de la confusión de cifras que se iban conociendo, incluso se llegó a apuntar una supuesta aportación de cincuenta mil euros por parte de Augusto para facilitar su marcha al Vicente Calderón.

Con el dinero por medio de la discusión, el valor del excapitán céltico fue desplomándose en Vigo a medida que se aproximaba su regreso a Balaídos con el Atlético de Madrid, hasta el punto de que se fue creando una corriente de opinión contraria a darle un buen recibimiento a quien había demostrado una gran profesionalidad durante los tres años y medio que permaneció en Vigo.

El argentino pasó en unos días de ser considerado como el capitán Augusto a calificársele como el nuevo capitán Schettino, aquel marino que abandonó a su suerte a la tripulación y al pasaje antes de que el Costa Concordia se hundiese en aguas italianas.

Cuando el conjunto rojiblanco salió ayer a calentar, el excapitán céltico ya escuchó los primeros silbidos desde unas gradas que media hora antes del partido acogían muy poco público y que no superó la mitad del aforo en el inicio del juego. Al regresar al vestuario, Augusto se dio cuenta que el que había sido su campo era ahora territorio enemigo. Aunque en la presentación del equipo rojiblanco en los videomarcadores recibió aplausos el 12 del Atlético, los abucheos alcanzaron mayor intensidad. "Augusto, disgusto" y "besa el escudo", cantaron desde la peña Lío en Río.

Cada vez que tocaba el balón, Augusto era increpado por un sector de la afición celeste que ya considera al argentino como un rival y además le recriminaba que abandonase el equipo a mitad de temporada.

La primera visita del futbolista a Vigo como jugador rojiblanco concluyó a los 53 minutos. Simeone decidió sentarlo en el banquillo. Balaídos entonces se dividió entre los que le despidieron con aplausos, como hace doce días ante el Athletic de Bilbao y los que siguieron recriminándole una supuesta traición por cambiar de equipo media travesía. Para esos que le silbaron, Augusto se ha convertido en el capitán Schettino, que ayer visitó la costa donde ha provocado la discordia por reforzar en plena temporada a un rival del que hasta ahora era su equipo. La borrasca que amenazaba con inundar los aledaños de Balaídos se llevó por delante parte del cariño que Augusto conquistó en Vigo.