Toda la tensión apenas disimulada desde el sábado explotó en tres minutos de locura en el Camp Nou. La expulsión de Hernán Pérez, uno de los españolistas que más en serio se tomó la exigencia de "intensidad" de su entrenador, disparó la tensión hasta convertir los últimos veinte minutos en algo parecido al rugby. Golpe a golpe, melé tras melé, el Espanyol se quedó con nueve por una roja directa a Diop y el partido derivó en una pelea callejera. El Barcelona aprovechó para apuntalar la eliminatoria con un 4-1 que marcó la diferencia entre los dos equipos. Sobre todo la que establecen jugadores como Messi, artífice de los cuatro goles, e Iniesta, uno de los pocos que pareció sólo interesado en jugar al fútbol. Y lo hizo de maravilla, como casi siempre.

Iniesta puso las bases para remontar el gol inicial de Caicedo, que culminó con destreza un contragolpe de libro de Marco Asensio. Un aviso del Espanyol, que en ocho minutos perfeccionaba su obra defensiva de la Liga. Así que el Barça, tras fallar dos mano a mano ante Pau, tuvo que esperar la conexión de Iniesta y Messi para tranquilizar los ánimos. Fue como si a los azulgrana les quitasen un peso de encima. Pese a la escasa aportación de Arda Turan, el equipo de Luis Enrique se fue adueñando totalmente de la situación.

La lesión de Caicedo fue un golpe tan duro para el Espanyol como el segundo gol del Barça, ya cerca del descanso. Volvió a aparecer Messi, con un lanzamiento de falta espectacular que esta vez entró tras golpear en el larguero. Como un guiño del destino, a la vuelta de los vestuarios el Espanyol recibió otros dos fuertes golpes morales. Marco Asensio tuvo que dejar su sitio a Salva Sevilla y una nueva genialidad de Iniesta y Messi permitió a Piqué dejar huella en el derbi.

Sin sus dos mejores jugadores de ataque y con el Barcelona totalmente dueño del partido, el Espanyol intentó mininizar daños para darle algún sentido a la eliminatoria. Pareció en condiciones de conseguirlo gracias a Pau, inspirado ante los remates de Arda y Neymar, y a la ansiedad de Luis Suárez, peleado con los rivales, con el juez de línea y consigo mismo. Hasta que Hernán Pérez pegó su enésimo palo y recibió la segunda tarjeta amarilla.

Poco después a Diop se le fue la lengua con Suárez en las mismas narices del árbitro y dejó a su equipo a pies de la caballería azulgrana. Las alarmas saltaron definitivamente cuando Neymar intentó uno de esos malabarismos que sobran ante un rival en estado de coma. La grada pedía sangre, pero el Barça se lo tomó con calma hasta que Messi y Neymar hicieron lo que mejor saben para redondear el marcador con un golazo.