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El vértigo de sobrevivir al padre

Berizzo, tan acertado a veces en sus arriesgadas apuestas, fracasó ayer en la reconversión de Sergi como pivote

Señé intenta cortar el avance de Camacho. // LOF

El Celta afronta esta segunda derrota consecutiva con suficientes ahorros en la clasificación. Es, sin embargo, un resultado duro a nivel mental, de esos con secuelas que el grupo tendrá que examinar en los próximos días. Neutraliza de entrada la euforia del "efecto Señé", aquella reivindicación de los suplentes en Granada que parecía aliviar la eterna sospecha sobre la profundidad del banquillo. Incita a la duda sobre cómo sobrevivirá el equipo a la marcha de Augusto Fernández. Ese vértigo existe en el vestuario y el entorno, aunque en la ecuación faltasen ayer un Radoja en plenitud y el inminente fichaje.

Augusto lideraba dentro y fuera. Era el diapasón. Fijaba la línea. Marcaba el ritmo. Daba la pausa. Recibía, intentaba girarse y decidía entonces si apostar por la combinación o el juego largo. Todo eso que ayer Berizzo quiso realizar cosiendo a dos jugadores, Tucu y Sergi Gómez, en uno. Así era de importante el capitán, ese padre al que hay que matar para crecer, pero cuya ausencia es tan difícil de digerir.

Aunque no exista nadie imprescindible, y la permanencia como único objetivo prioritario está al alcance de la mano, el Celta afronta el momento crucial de la campaña, aquel que determinará su horizonte. Y el mercado invernal puede tener una trascendencia, en salidas y llegadas, que difícilmente podía calcularse antes de la lesión del rojiblanco Tiago. Prosigue el soniquete azulgrana con Nolito, otro elemento perturbador en el ambiente. Y Nolito, como destinatario obligado de las combinaciones, como figura aterradora para el adversario incluso en sus peores días, es otra pieza difícil de sustituir.

inventos fracasados

Berizzo es un técnico con imaginación, atrevido en sus apuestas. Él reconvirtió a Krohn-Dehli y Augusto en cotizados mediocentros. Él le ha sacado todo el jugo a Orellana proporcionándole libertad. Pero al huir de las fórmulas más ortodoxas, sus fracasos pueden resultar tan sonoros como sus aciertos. A Jonny aún le falta empaque para ejercer de central. Aunque atraviese un mal momento, ese traslado al eje se nota también en el flanco, donde Planas no florece. Hugo Mallo sí había funcionado mejor como central. Lo peor fue la ubicación de Sergi Gómez como pivote de referencia. Esta vez le sobró magia a Berizzo. Le faltó pragmatismo. El invento falló en todo aquello que era previsible. El catalán se sintió desubicado. Incómodo, ni siquiera aportó su capacidad de anticipación. El Celta presume de plantilla polivalente. Es lo que le permite caminar con firmeza por la temporada con su corta plantilla. Pero en ocasiones esa polivalencia se explora con un cierto abuso, como queriendo descubrir sus límites, rechazando soluciones más directas como hubiera sido la de Borja Fernández. O la de Madinda, cuya energía Berizzo se empeña en confinar en el banquillo o la banda. Buscando el remedio para un problema concreto, se pueden provocar vacilaciones en muchas otras demarcaciones.

una sociedad peligrosa

En realidad, mientras duró la igualdad numérica, el Celta creó tantas ocasiones peligrosas como el Málaga. Iago Aspas y Orellana siempre generaron sensación de peligro cada vez que conectaron. Lo hicieron de forma intermitente, conectados exclusivamente a la medular por los pases de Tucu Hernández, al que le faltó mayor presencia.

Sin solidez

El Celta sabía que en Málaga le faltaría creatividad. No cabe tanto reproche en esto como en aquello que sí se debía ofrecer, que era solidez. Ya que no se daban las condiciones para que la escuadra se manifestase en su versión más brillante, tocaba ser consistente, aguantar las acometidas rivales y esperar al chispazo de Orellana y compañía. Un plan que se desmoronó en el minuto 7 y que el segundo tanto destrozó completamente. Y aunque las vacilaciones de Rubén Blanco fijen la fotografía de la derrota, situar el juego en ese territorio de decisión para el portero fue un problema colectivo.

fallos en la presión

Ya que privado de claridad en la medular, el equipo debería haber construido más sus ataques desde la presión. Es su elemento diferencial, la faceta que explica que el Celta haya ido palideciendo. En la presión se producen interferencias, esa milésima de retraso, esa descoordinación que se contagia e impide recuperar balonces cerca del portero rival.

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