Han tenido mejores días los granadinos. Orellana y Aspas, dos de los futbolistas en quienes más silbidos han invertido en los últimos tiempos, fueron los encargados de ponerle la rúbrica a la victoria del Celta, diseñada en el banquillo de Berizzo y ejecutada con enorme solvencia sobre el campo. La dulce venganza de quienes siempre han encontrado en Los Cármenes un exceso de "calor humano". Salvando las diferencias, es como si el Barcelona gana en el Santiago Bernabéu gracias a los goles de Alves y Piqué.

De Aspas aún están frescos en la memoria aquellos carteles de "se busca", al estilo de los forajidos del oeste, con los que le recibieron en el play-off de ascenso a Primera División, el que acabó con un penalti de Michu al cielo. Una de aquellas noches repletas de lágrimas que el Celta pagó como peaje para llegar a esta playa paradisíaca en la que parece instalado. Iago marcó en Granada. Si lo hubiese hecho en 2011 aún durarían los ecos de la celebración. Ayer corrió en busca de Jonny para agradecerle la asistencia, ajeno al entorno, como si el gol lo hubiese hecho en un picado en A Madroa con el pincho de tortilla en juego. Señal de la madurez alcanzada, de ese poso que ahora tienen su fútbol y sus gestos. El primer pensamiento fue para el equipo, no para la revancha. Ya es inevitable, se nos hace mayor. Lo próximo será verle empujar el carrito con un bebé dentro.

Orellana sí tenía una herida supurando. Lo demostró cuando marcó el primer gol del Celta tras esa maniobra rozando lo excelso de Aspas y Señé y corrió hacia la grada agarrándose las orejas. Una invitación para que a partir de ese momento la grada se preocupase solo de él. Acabaron cansados de chiflar porque el chileno hizo uno de sus habituales acopios de balón. Se aburrió de tenerlo hasta el punto que los aficionados granadinos optaron por olvidarse de él. Sus pulmones no podían seguir el ritmo de las piernas del "poeta". Una victoria personal para quien un día defendió esa camiseta, pero nunca sintió Granada como su casa. Lo suyo es el clásico ejemplo de futbolista hecho a un ecosistema concreto. De todas partes sale escaldado e incluso cuando va con la selección chilena le acaban responsabilizando de cualquier suceso aunque juegue los minutos de la basura. Un día pinchará el autobús camino del aeropuerto y dirán que es cosa suya. En Vigo siempre hace sol para él.Ayer con su gesto, algo descarado, se lo recordó al público de Los Cármenes. "Tengo quien me quiera" pareció decirles, "he encontrado un sitio donde me dan el cariño y la comprensión que vosotros me negásteis". Y acto seguido reclamó de nuevo el balón para lanzar fintas y amagos como si cobrase una prima por ellas. Berizzo les retiró en los minutos finales para gastar esos cambios que hace cuando parte de la grada ya no está presente el público echó el resto en esos silbidos. Aspas los tomó como quien oye llover; Orellana sonrió malicioso.