El Celta cumplió de forma impecable su plan copero. Berizzo protegió a hombres importantes y a la vez construyó una escuadra seria, competitiva, fiel a su estilo pese a las interferencias de una alineación tan inusual. Los célticos negaron al Almería cualquier atisbo de sorpresa. Un trabajo muy profesional.

La Copa, en el formato actual, ha perdido su atractivo hasta las rondas más altas. La crisis ha destruido a la clase media, la que empleaba este torneo para soñarse grande. El trofeo aguarda a Barcelona o Real Madrid si se alinea debidamente, al Atlético como mayor rebelión. A Tebas le gustaría una al estilo ACB o Asobal, reservada a los poderosos. El desinterés cunde en las primeras eliminatorias.

El Celta, desahogado en Liga, contempla de momento la Copa con cautela, en función del parte médico. Resuelto el trabajo en la ida, Berizzo mezcló méritos, experimentos y reservas. Escogió las piezas de antemano y después intentó confeccionar un once más o menos coherente. Le salió un cierto engendro. A Pape Cheikh lo cosió como lateral derecho con Madinda por delante. Lo de Cheikh, que apunta a pivote de gran despliegue, parece coyuntural. Con Madinda insiste Berizzo en realizar la transformación inversa a la de Augusto. Es como si quisiese apoyarlo sobre la línea de cal para canalizar su desbordante energía, que le aturde la pizarra.

Nadie juega a perder, salvo soborno. Ni siquiera el Almería, recién descendido de Primera y colista en Segunda, al que la Copa estorba. Los almerienses se tomaron la visita a Balaídos como alivio temporal de sus angustias. La lluvia facilitaba el descontrol, recuperando la velocidad del césped. El Celta, aunque intenso, carecía del ritmo y las rutinas de sus habituales. Un equipo menos asociativo, más a expensas de las efervescencias de Señé o Drazic. Si el vértigo se hacía excesivo, Tucu tiraba de las riendas.

El Almería se comportó con alegría en la fase de indefinición. Se asomó en alguna contra peligrosa. Herrera remató fuera un centro pasado en el minuto 30. La defensa céltica se libró de algún apuro al patadón. Con todo, iba pesando poco a poco la mayor calidad local. Julián había sacado un cabezazo de Cabral en el minuto 16. Atrapó un disparo de Jonny en el minuto 26. Al arquero se le palpaba la tendencia al adorno y ese exceso le pasó factura. Wass desempolvó en el minuto 40 su potente diestra, demasiado en desuso por respeto a la jerarquía de Orellana y Nolito. El danés ejecutó una falta lejana con esa caída a lo Cristiano o Roberto Carlos. Julián se estiró de forma más efectista que práctica y el balón le resbaló por el guante.

El gol, justo antes del descanso, apenas modificó el escenario inicial. El Almería seguía a tres despistes célticos de resultar inquietante. Demasiado lejos para comprometer excesivas energías. El Celta apostó por entretener el reloj con posesiones largas. Augusto salió por Wass para incrementar las pausas. Los visitantes se fueron agotando en la persecución, cada vez más conscientes de que su tortura se reanuda el fin de semana, y acabaron frenando en seco. La última media hora adquirió de esta forma sesgo de amistoso, ese Torneo Cidade de Vigo que ya no se disputa, con el chubasco convertido en tormenta veraniega.

Los dieciseisavos han cumplido su función. Varios secundarios reparan su autoestima. El Celta pasa sin malgastar, a la expectativa de lo que vaya sucediendo. Muy lejos todavía de poder concebir algo grandioso pero sin descartar, quizás, darle algún disgusto a Tebas. El bombo y el mercado invernal decidirán cuánto se apuesta.