El presidente del Academia Octavio, Javier Rodríguez, se plantea consultar a los "siareiros" del club si retira al primer equipo de la División de Honor Plata de forma inmediata. Reacciona así a las sanciones impuestas por el Comité de Competición. Una medida que aún depende de lo que decida Apelación. Pero ya empleada una vez en la historia del club por parte del fundador y padre de Rodríguez.

Fue a raíz del encuentro contra el Arrate que el Octavio disputó el 12 de diciembre de 1976, durante su segunda campaña en la máxima categoría -conocida entonces como División de Honor-. Con 12-18 en el marcador, y tras excluir a Santy y Paco, el árbitro Martínez fue rodeado por varios jugadores locales. El otro, Garrido, huyó para reclamar la protección policial mientras se desarrollaba una escena confusa, con golpes, insultos y abucheos. Recompuestos, Martínez y Garrido decretaron el final del encuentro. Se quedaron con las fichas de Baldó, Paco, Santy y Honorato. Ya en comisaría denunciaron a Carlos Mantilla, el que después sería conocido político del PP y era entonces delegado del equipo.

Dos días después la Federación Española emitía su fallo. Suspendía durante tres años a Baldó; a Paco y Honorato, durante dos años; a Santy, durante ocho partidos más seis años de inhabilitación como capitán. Mantilla quedaba incapacitado de por vida para ejercer como delegado. 2.000 pesetas de multa completaban la sanción.

Octavio Rodríguez montó en cólera. Y el 6 de enero de 1977, a la conclusión del encuentro contra el SEAT de Barcelona, organizó un referéndum. Proponía retirar al equipo de la competición. Participaron 210 de los 534 socios del club. Cuatro papeletas se declararon nulas. Solo cinco socios votaron a favor de la retirada. Entre ellos, el propio presidente.

El Octavio seguiría en la liga y sus jugadores sancionados se beneficiarían en febrero de la amnistía decretada por Félix Sánchez-Lauhlé en su acceso a la presidencia de la Federación Española. Solo a Mantilla se le mantendría el veto vitalicio. La escuadra, con todo, ya antes maltrecha y tocada de muerte después, acabaría descendiendo.

La situación se repite en la crisis deportiva que las sanciones agravan. Aunque Javier Rodríguez considera casi más desproporcionado el castigo de 1976. Porque entonces hubo alteración de orden público, que no conllevó el cierre del Central. Y es cierto que hubo insultos y golpes. A Jabato lo sancionan ahora dos meses por decirles a Portela y Rodríguez que intentaría que no volviesen a pitar en Vigo (las imágenes demuestra que cuando un árbitro habla de agarrón, se refiere en realidad a que Jabato le da la mano y cuando el árbitro se la retira, Jabato se la vuelve a dar con enfado); a Peque, durante un mes por una frase que no pronuncia ("no tenéis ni puta idea"); el Central queda clausurado un partido porque el acta describe que un espectador a quien no identifican bajó a la pista, siendo ese alguien el propio presidente académico, que apartó a Jabato de la pareja arbitral.

Javier Rodríguez presentará su recurso la próxima semana. Confía en que Apelación reduzca al mínimo las sanciones. En caso contrario, asegura estar dispuesto a plantear esa votación. Es un momento crítico en la historia del Octavio, cuya existencia se antoja también inviable si descienden. Hubo otros. Como aquel de 1976. O como aquella noche de comienzos de los noventa, cuando Rodríguez llegó a casa tras una junta directiva que había aprobado la disolución de la entidad. Rodríguez debía presentarse a la mañana siguiente en el registro de la Xunta. Jamás lo hizo. Hoy se le vuelve a plantear ese dilema.