Una de las peores de entradas de la temporada en Balaídos fue lo que consiguieron el conflicto por las entradas y un horario que casi roza la medianoche. 18.039 espectadores presenciaron ayer en directo el Celta-Sporting de Gijón, de los que alrededor de mil eran aficionados del equipo asturiano. No hubo incidentes, más bien un ambiente frío.

Los movimientos de izquierda han considerado muchas veces que el fútbol es el opio del pueblo, que ha servido para narcotizar a la población. Mejor que la ciudadanía grite por un gol anulado en un estadio que reclame ayudas sociales en la calle.

Ahora, el fútbol pertenece a las televisiones, que pagan gran parte de los presupuestos de los clubes. Las recaudaciones por taquillas aparecen como ingresos insignificantes en los balances económicos de las sociedades anónimas deportivas que dirigen los equipos.

Por ello, los horarios del fútbol son cada vez más ilógicos y se imponen más restricciones a los aficionados que asisten a los estadios. Ocurrió esta semana con la visita del Sporting a Vigo. Lo que habitualmente era un desplazamiento de varios miles de asturianos se quedó en menos de la mitad porque las obras en Balaídos han reducido el aforo y el club vigués no ha querido recolocar a sus aficionados para poner a disposición del rival más de las doscientas entradas que le ofreció y que la directiva del conjunto rojiblanco rechazó porque necesitaba dos mil.

La afición se aventuró a realizar un viaje de tres horas y media y esperar a que en las taquillas de Balaídos le vendiesen una entrada, aunque estaban advertidos de que no podrían lucir vestimentas con los colores del Sporting.

Había que camuflar la camiseta o la bufanda rojiblanca en las inmediaciones del estadio y lucirla en el recorrido por la ciudad. Alrededor de un millar de asturianos dieron colorido y animación al Casco Vello en la mañana de ayer. Allí comprobaron el enfado de los hosteleros .por un conflicto de entradas que les dejó sin importantes ingresos.

No hubo ningún incidente entre las dos aficiones, ni durante el día ni en el partido. Los asturianos se desperdigaron por las distintas gradas del Balaídos, pero entraron en el estadio de incógnito: sin camisetas, ni bufandas, ni siquiera una palabra de bable. Las medidas de seguridad eran extremas para acceder a las gradas.

La indumentaria de la afición del Sporting se quedó en el hotel, en el coche o por debajo de los abrigos para que nadie sospechase de que en Balaídos entraba un seguidor del equipo gijonés.

Cuando el fútbol se utiliza como un producto narcótico, los que lo consumen pasan a ser sospechosos de dedicarse a una adicción que parece ilegal cuando casi todo está pagado por la televisión.