La ceremonia de un derbi mantiene inalterables ciertos rituales. Sin ellos, no sería lo mismo el duelo entre el norte y el sur, entre blanquiazules y celestes. La jornada del primer duelo galaico de la temporada comenzó con muchas horas de antelación para dos aficiones que se odian pero que se necesitan. En Vigo había que preparar los bártulos para el viaje por una autopista que divide más que une.

A primera hora de la tarde estaba previsto que arrancase la caravana celeste, compuesta por media docena de autobuses y muchos vehículos particulares, que a medida que avanzaban hacia territorio rival iban ocultando los distintivos celestes. La barbarie del fútbol aconseja cautela cuando se va desprotegido.

En el otro extremo de Galicia, la ciudad herculina se despertaba con un tiempo desapacible. El otoño ha llegado para quedarse a recibir al invierno. El paseo del Orzán ya exige prendas de abrigo. Aunque el ambiente en los aledaños de Riazor comenzó a calentarse tras la comida. La Liga prometía una gran tarde de fútbol. Nadie quería perderse el clásico del Bernabéu, ni el recibimiento al autobús del Celta en su aproximación por el campo de minas de la calle Manuel Murguía.

Los bares más próximos al estadio hicieron el agosto en pleno noviembre. En esta ocasión, las ganancias para la hostería local fueron mayores que en anteriores derbis porque ayer apenas se produjeron daños por la rotura de botellas de la cerveza que promociona a Deportivo y a Celta. La bebida también une a los eternos rivales, como las campañas instituciones y comerciales que aprovechan la ocasión para rebajar la tensión.

Entre todos van consiguiendo que se normalice un espectáculo único en Galicia. Aunque le queda un trecho grande para parecerse al derbi vasco, el que siempre se utiliza como ejemplo a imitar. Ayer, los cientos de deportivistas que desde dos horas antes esperaban la llegada a A Coruña de Iago Aspas y compañía se entretuvieron con cánticos alusivos al rival. No faltó en la lista de éxitos "A Rianxeira", otro detalle que une a ambos clubes.

Y antes del partido, los presidentes, Tino Fernández y Carlos Mouriño, escenificaban en el palco las buenas relaciones que las dos entidades mantienen en los últimos años. Se acabó para ellos la "longa noite de pedra" que en el pasado les llevó a romper incluso relaciones institucionales.

Viendo el escenario, Mouriño quizás envidiase cómo ha quedado la casa del rival. Riazor es ahora una caja de música. En eso, el Deportivo gana por goleada al Celta, que cuando salió a calentar comprobó cómo aprieta la afición coruñesa, que organizó un gran mosaico para la ocasión.

A diferencia del Bernabéu, Riazor no se sumó a la moda de La Marsellesa para homenajear a las víctimas de los ataques terroristas en París. La ceremonia del derbi gallego se inició con el himno gallego, mientras los equipos y los árbitros salían al terreno de juego. Eso también lo comparten los dos equipos, que aprovecharon el saludo protocolario para que los amigos de ambos bandos realizan las últimas muestras de afecto antes de comenzar lo que se presagiaba como una dura e intensa batalla futbolística. Aspas se reencontró con Arribas y Navarro tras el paso de los tres por el Sevilla. Nolito y Luisinho se conocieron en el Benfica. Augusto y Lux coincidieron en Argentina.

Con el "Negra sombra" para guardar el minuto de silencio -en Balaídos también es la melodía elegida para esa ceremonia-, se acabaron los detalles que unen para pasar a celebrar un clásico gallego que ambos equipos comenzaron a disputar en 1923. Como señalaba el anuncio de la campaña institucional sobre el acontecimiento deportivo de Riazor, ambos han conocido éxitos y fracasos en esos noventa y dos años de intensos duelos.

El de ayer no pudo comenzar mejor para los locales. El héroe local, Lucas Pérez llevó la alegría a la grada con su octavo gol de la temporada.El celtismo, más minoritario que nunca en Riazor por el recorte en el número de entradas disponibles, se ilusionó con el penalti a Aspas. Pero ayer comenzaba mal la noche para los intereses del equipo de Berizzo. El rival no estaba dispuesto a dejarse sorprender como la temporada pasada. Entonces en Riazor asomaba la primavera, al menos para los célticos. Ayer les sorprendió la llegada del otoño en A Coruña, con un frío viento del norte y un Deportivo que primero puso corazón y después cabeza.