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Historias irrepetibles

"Los sueños no se pueden comprar"

Sean Fallon, más de 50 años dedicados al Celtic, es uno de los grandes ejemplos de lo que significa ser leal a un club desde niño

Sean Fallon sale del banquillo para celebrar un gol.

Cuando el Celtic llamó a su puerta en 1950 Sean Fallon saltó como un resorte de su asiento en busca de una pluma con la que estampar su firma donde le dijesen. El emisario del club escocés le comentó medio en broma si no sería conveniente leer antes las condiciones del contrato para estar seguro entre otras cosas de cuánto iba a cobrar, a lo que él contestó con una de esas frases que quedan impresas en la memoria colectiva de la gente: "Jugaría a cambio de nada porque los sueños no se pueden comprar". Tenía ya 28 años, su carrera se había desarrollado lejos de los grandes estadios en los modestos Sligo Rovers y Glenavon, y estaba convencido de que aquella ilusión juvenil de vestir algún día la camiseta del Celtic nunca se cumpliría.

La historia de Fallon y el Celtic venía de mucho tiempo atrás. Este irlandés nacido en Sligo fue educado en el colegio de los Maristas donde los niños se familiarizaban casi por obligación con la historia del hermano Walfrid, vecino de su condado, que cincuenta años antes había creado en Glasgow el Celtic como forma de recaudar fondos para "La mesa de los niños pobres", la organización caritativa con la que trataba de atender a los miles de inmigrantes irlandeses que vivían en la miseria en Escocia. Fallon fue uno de tantos niños seducidos por el espíritu benéfico que impregnó al Celtic desde su origen.

Pero aún hubo otro acontecimiento que sería decisivo en su relación con el equipo católico. Su hermana pequeña Lilly se salvó milagrosamente de morir ahogada una tarde de verano mientras se bañaba en Lough Gill, lugar de esparcimiento habitual de los vecinos de Sligo. Alertado por la noticia, Fallon se dirigió al lugar y conoció a la persona que había rescatado a su hermana. Se trataba de Joe McMenemy, uno de los tres hijos de Jimmy McMenemy, futbolista del Celtic durante casi veinte años, uno de los imprescindibles en las alineaciones de comienzos de siglo. El agradecimiento de los Fallon al salvador de Lilly resultó desmedido y al poco tiempo éste, para corresponder tanta generosidad, envió a Sean una camiseta del Celtic y el libro escrito por Willy Malley -primer entrenador de su historia- sobre el nacimiento y los primeros años de vida del club. Un incunable a ojos de cualquier seguidor del equipo católico. Todo eso hizo crecer el vínculo emocional que Fallon tenía con el Celtic. Por entonces estaba lejos de cumplir su sueño de adolescente aunque tomó la decisión de aparcar el fútbol gaélico, que practicaba desde niño, para centrarse en su formación como defensa central. Cuando años después llamaron a su puerta ya casi no guardaba esperanzas de vestir la camiseta que el hijo de Jimmy McMenemy le había enviado, de la que hablaba con tanto orgullo Willy Maley o la que soñó el hermano Walfrid. En esas cosas pensaba un año después, en 1951, camino del palco de Hampden Park para recoger con sus compañeros la primera Copa de Escocia de su vida: "Sentía que había conseguido todo aquello a lo que uno puede aspirar. Si ese día me hubiesen dicho que todo se había acabado, habría dicho adiós feliz". La Copa fue el primero de los cinco títulos que ganó en los ocho años como central del Celtic. No eran los mejores tiempos para el cuadro verdiblanco, pero Fallon dio muestras de su inmensa fortaleza y determinación, algo que se vio más claro en la final de 1953 contra el Aberdeen. Se rompió la clavícula durante el partido tras un duro encontronazo contra un rival. En un tiempo en el que no había cambios pasó por el vestuario, pidió que se le sujetasen el hombro como buenamente pudiesen y con el brazo en cabestrillo, en medio de inmensos dolores, terminó aquel partido. "El hombre de hierro" comenzaron a llamarle los aficionados del Celtic, convencidos de que no estaban ante un jugador más. Los habría con más talento, pero no con su fuerza y amor por la camiseta. En 1958, con 36 años, colgó las botas en medio de una despedida cargada de sentimiento en el viejo Celtic Park. No hacía mucho que había vivido uno de sus grandes momentos: la victoria en la final de la Copa de la Liga sobre el Rangers por 7-1, uno de esos partidos que pertenecen a la leyenda del club.

Su dedicación al Celtic no terminó en el momento de su retirada. Tampoco su generosidad. Se comprobó en 1962, año de profundo cambio para el club, decisivo para entender su tiempo más glorioso. El club tenía que elegir entrenador tras una etapa azarosa y la directiva barajaba diferentes nombres. Bob Kelly, el presidente, quería formar un tándem con Sean Fallon y Jock Stein que ya habían sido compañeros en el equipo durante los años cincuenta y mantenían una magnífica relación. El hecho de que Stein fuese protestante -nunca el Celtic había tenido un técnico no católico- hacía inclinar ligeramente la balanza hacia Fallon. Pero el presidente no esperaba recibir un ultimátum por parte de Stein que le advirtió que solo iría al Celtic Park como primer entrenador. Así se lo expulsieron a Fallon, quien aceptó el rol secundario en el banquillo sin ofrecer resistencia de ninguna clase. "Estaré donde el Celtic me necesite" se limitó a decir. Y así fue cómo se puso la semilla del equipo que dos años después ganaría la Copa de Europa en Lisboa. Jock Stein ha quedado para la historia como el arquitecto de aquel equipo, pero casi tanta responsabilidad como él tuvo Sean Fallon que se encargó de reclutar a casi todos aquellos muchachos, nacidos en un radio de cuarenta millas, y que acabarían por destrozar al Inter de Milán en el día más importante de la historia del club. De los once que jugaron aquella tarde solo Wallace había llegado de la mano de Stein. El resto ya estaban en el club o habían llegado tras superar el examen del ojo clínico de Fallon.

Seguiría al lado de Stein hasta 1975, año en el que un accidente de Stein le convirtió durante unos meses en el primer entrenador del Celtic. Luego pasaría a ocupar otros cargos dentro de la estructura del club, siempre olisqueando en el fútbol escocés en busca de un nuevo talento que llevar al equipo de su vida.

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