En el rugby existe siempre un orden interno. El buen juego exige su coreografía. Incluso en la madeja del ruck, en ese caos aparentemente indescifrable de los cuerpos, han de construirse sendas bien balizadas. Quince hombres han de componer un solo organismo. Como reza el viejo mandamiento, cada uno ha de hacer su trabajo, solo su trabajo pero todo su trabajo. Son especialistas y a la vez hermanos. Si la coordinación flaquea, la estructura se desmorona. Como le sucede al Blusens Networks.

El XV del Olivo encajó ayer su primera derrota en As Lagoas, tercera en los cinco encuentros de División de Honor B disputados. La buen dinámica de octubre se deteriora. Al mal arranque ya están acostumbrados y con el viento en contra era casi propio del guión. Falló la reacción esperada tras el descanso. Al Blusens le faltó la constancia que la remontada exigía. El resultado invita a mirar, al menos de momento, más hacia la zona baja que hacia las alturas.

Más que el tropiezo preocupan las interferencias, esos temblores en el relato que el Blusens intenta construir en cada partido. Una vacilación en el ensamblaje de las piezas que se contagia y se agiganta. El Blusens tiene despertares, avalanchas en las que insinúa su potencial, especialmente en delantera. Pero enseguida se atasca. No se sigue de forma adecuada al que rompe. No se limpia la montonera con agresividad. Falta un hombre para la última conexión. Sobra una patada mal medida.

La imagen del banquillo explica en gran medida la dolencia viguesa. Solo tres sustituciones. Hay bajas, algunas tan sensibles como Maka Tatafu y Carlos de Cabo. La plantilla es corta. A Norm Maxwell le resulta difícil reunir durante la semana los jugadores suficientes para realizar entrenamientos de calidad. Así que al Blusens se le agrietan las rutinas colectivas. Dedica los primeros minutos de cada encuentro a volver a sentirse un equipo, como si sus componentes se conociesen por primera vez. Y ese lastre no siempre puede compensarse después.

El Uribealdea vivió sobre todo de los errores y de las imprecisiones del XV del Olivo. Y jugó al límite del reglamento, como casi todos en Honor B. Los locales no supieron aprovechar las dos cartulinas amarillas que penalizaron el comportamiento incorrecto de los vascos.

El Blusens creyó encontrar el cambio de ritmo con el ensayo de Abadía (7-8). Fueron minutos de dominio vigués. Aunque el Uribealdea encontró un golpe de castigo en una salida a respirar, el volteo seguía cerca. Diez minutos encadenaron los de Maxwell en un pick and go que siempre moría en la frontera del ensayo. Al final, un avant, un retenido, alguna mala decisión...

Thomas pareció sentenciar con su ensayo. Ejecutado adornándose en la plancha, con el puño al aire, con ese exhibicionismo moderno que enfada a los clásicos. Dolió en As Lagoas, donde se conservan las maneras como guardar silencio en el pateo rival. La rápida reacción del segundo ensayo de Abadía concedió un escaso margen para la venganza. Pero un line-out perdido acabó con el tercer ensayo del Uribealdea. Por el desagüe se fue incluso el bonus defensivo. El equipo baja al octavo puesto justo antes de visitar al CRAT en ese derbi aplazado durante los cuatro años de permanencia viguesa en la máxima categoría. Un encuentro que exigirá del Blusens volver a ser, sentirse y comportarse como un equipo.