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Venerado en dos ciudades

Paco Herrera vuelve a Balaídos, donde dejó huella, tras ascender con Las Palmas

Paco Herrera saluda a Fabián Orellana en su visita a Balaídos en diciembre pasado. // Ricardo Grobas

La huella de Paco Herrera no solo ha sido profunda en el Celta. La Unión Deportiva tiene también motivos más que sobrados para estar reconocido al carismático técnico pacense, al que también se recordará en Gran Canaria por haber acabado con una depresión que duraba años. Trece en concreto en los que el club amarillo vivió una crisis institucional sin precedentes y superó un difícil concurso de acreedores que tuvo al equipo al borde de la desaparición.

Herrera no tuvo que lidiar con el problema de hacer resurgir al equipo canario desde las catacumbas de la Segunda División B. Se hizo cargo de un equipo bien armado -al que se incorporó luego el argentino Sergio Araújo- que la temporada precedente ya había tocado el cielo con la yema de los dedos justo antes de descender bruscamente a los infiernos. Ocurrió en el descuento del play-off de ascenso. La Unión Deportiva tenía pie y medio en Primera cuando un grupo de incontrolados invadió al campo y obligó al árbitro a detener el partido. Al reanudarse el choque, en medio del desconcierto, Uli Dávila marcó para el Córdoba y acabó con las esperanzas del conjunto canario, que ya no tuvo tiempo para reaccionar porque el árbitro pitó el final del choque tras una segunda invasión del terreno de juego.

En este estado de absoluta frustración y con la obligación de estar al menos en la pelea por el ascenso tomó Herrera las riendas de la Unión Deportiva. Un equipo integrado en su mayoría por futbolistas canarios, que se reforzó con la incorporación del delantero argentino Sergio Araújo, cuyo gol en la eliminatoria frente al Zaragoza -curiosamente el equipo que despidió a Herrera el año anterior- acabaría dando el ascenso a Las Palmas.

Como ocurrió unos años antes en el Celta, Herrera ascendió a la Unión Deportiva con un once tipo integrado por ocho o nueve jugadores canarios, en su mayor parte formados en la casa. Uno de los grandes méritos que se le conceden en la isla, de hecho, es haber conseguido acabar con la pertinaz falta de intensidad que históricamente había perseguido a los jugadores canarios, de fino perfil técnico pero generalmente poco predispuestos a la brega y a menudo inconstantes en su rendimiento. Algo parecido le había ocurrido un par de años antes con los canteranos celestes, demasiado tibios sobre el terreno de juego y a quienes Herrera tuvo que inculcar una importante dosis de veneno competitivo.

La épica del ascenso de la Unión Deportiva, tras remontar en el último suspiro un 3-1 frente al Zaragoza, ha contribuido a agrandar la leyenda de Herrera, un gran técnico y un tipo cordial, al que el Celta lleva en el corazón y a quien en Gran Canaria se le compara con el venerado Sergio Kresic.

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