La vida sonríe al Celta y a Carlos Mouriño que hace tiempo parecen haber encontrado la hoja de ruta por la que debe circular el equipo. El final de temporada ha puesto un colofón perfecto a un año especialmente importante por lo sucedido dentro del campo, pero también por las actuaciones que se han realizado en otros ámbitos de la sociedad.

La apuesta deportiva en torno al primer equipo -el eterno dolor de cabeza de los dirigentes- tenía sus evidentes riesgos. No era sencillo encontrar un recambio de garantías para Luis Enrique, entrenador que en solo un año dejó una profunda huella en la entidad. Por sus métodos, su personalidad, la complicidad con el proyecto y el espíritu valiente que imprimió al equipo. Mouriño y sus colaboradores apostaron entonces por Eduardo Berizzo, un técnico sin experiencia en Europa que llegaba avalado por una corta y exitosa experiencia en Chile y, a nivel popular, por su pasado como emblemático jugador del Celta de comienzos de siglo. La elección se reveló como un absoluto acierto. Berizzo le imprimió al equipo su personalidad, que no era muy diferente a la de Luis Enrique. Lejos de ser un entrenador rupturista, de los que quieren dejar su sello rompiendo con todo lo anterior, el argentino continuó el camino que su predecesor había iniciado doce meses antes. De alguna manera eso es lo que se buscaba en él desde la estructura directiva. La apuesta ha terminado incluso mejor de lo que esperaban los más optimistas de la Plaza de España. El Celta ha vuelto a revelarse como uno de los equipos más agradables de la Primera División española, un incordio para los grandes de la categoría. No le han vuelto la espalda a ningún rival y salvo contadas ocasiones siempre han querido imponer su estilo y su personalidad en todos los partidos. Puede decirse sin miedo al rubor que esta temporada ha jugado incluso mejor que la pasada y eso que el listón estaba bastante alto. El resultado es un octavo puesto -a las puertas de Europa- y una temporada en la que el Celta ha vuelto a dar un paso más en su evolución deportiva. Incluso en los malos tiempos, cuando el grupo de Berizzo enlazó una serie de diez partidos sin ganar y sobre todo sin marcar un solo gol, hubo cierta calma en torno al equipo. Existía preocupación por la dinámica en la que habían entrado el conjunto, se llegaron a estudiar alternativas por si aquello no despegaba, pero siempre se transmitió respaldo hacia el trabajo del cuerpo técnico.

Un vistazo a la trayectoria del equipo en los últimos años describe la evolución que el equipo ha experimentado en el último lustro. En 2010 protagonizaron una mediocre temporada en Segunda División; un año después se clasificaron para el play-off de ascenso que acabó en la trágica tanda de penaltis de Granada; en 2012 alcanzó el ansiado ascenso a Primera División; en 2013 conquistó la salvación de forma agónica en la última jornada; en 2014 logró una permanencia de forma holgada y ahora en 2015 ha terminado peleando por entrar en Europa, una meta con la que no se contaba.

La estabilidad deportiva, imprescindible en el proyecto, llega acompañada por la solvente situación económica por la que atraviesa la entidad en estos momentos. Mouriño anunció recientemente que el ejercicio se cerrará con un importante beneficio y que la deuda quedará reducida a poco más de tres millones de euros con la idea de dejarla a cero dentro de doce meses. Poco menos que un hito en el endeudado e irrespirable fútbol español. Eso garantiza tranquilidad en todos los ámbitos y libra al Celta de tirarse de cabeza a negocios y ventas desesperadas. Eso asegura la continuidad del proyecto deportivo porque costará bastante dinero arrebatarle un jugador porque no hay necesidad de vender, y cualquier salida implicará una inyección de dinero que ayudará en la construcción del futuro equipo y la puesta en marcha de otras iniciativas.

Estas circunstancias han permitido a Mouriño avanzar en otros de sus proyectos con el Celta. Esta temporada el club ha comprado el edificio del Círculo Mercantil para instalar su nueva sede con lo que dotará de patrimonio propio a la entidad; ganará presencia en el centro de la ciudad; aumentará los ingresos del club gracias a la explotación de los negocios que instalará en ella como la tienda, la cafetería o el restaurante; y se librará de la pesada carga que suponía el alquiler de la sede de Plaza de España. Un viejo anhelo que ahora se ve cumplido. En el mismo apartado puede situarse el estadio de Balaídos, donde después de muchos años han vuelto a entrar las máquinas para realizar una reforma mínimamente seria. Aunque queda mucho por hacer y aspectos sin resolver como el de los fondos, la nueva grada de Preferencia -pagada por el Celta- ya se encuentra finalizada de cara a la próxima temporada y este verano será Tribuna la que debe ser reformada por completo. Otro paso adelante que hubiera sido imposible sin las instituciones, pero sobre todo sin la capacidad del Celta y de Mouriño por aunar esfuerzos.

A todo esto hay que sumar la estabilidad social de la que ahora disfrutan el Celta y Balaídos, un aspecto sin el que sería imposible entender el crecimiento del club en estos años. La masa social y el número de peñas se mantienen en números de récord, la afición sigue con su proceso de rejuvenecimiento y el equipo encuentra siempre en la grada un aliado y nunca un problema como ha sucedido en otros momentos convulsos de su historia. Solo los infames horarios -que han penalizado de forma evidente al Celta esta temporada- han impedido que la presencia de aficionados en el estadio fuese mayor.