Para desgracia del Celta el fútbol se reduce en ocasiones a una simple cuestión aritmética, a dos dígitos encadenados por un guion que deciden el destino de un partido y a veces el juicio que se hace de él. Porque el 2-4 con el que se cerró la noche no da una idea ni aproximada del heroico comportamiento que el Celta tuvo ayer ante el Real Madrid. Perdió porque pesa demasiado la billetera del conjunto blanco, su descomunal presupuesto, la calidad de sus futbolistas que siempre necesitan menos que los rivales para convertir una ocasión en gol. Pero el marcador no explica el inmenso sufrimiento al que sometió el Celta al Real Madrid, el atrevimiento ejemplar del grupo de Berizzo, su grandeza, el descaro con el que se comportó toda la noche. Ni una reserva, ni un temor. Solo furia, fútbol y valentía. Perdió porque la mano del Real Madrid duela más que ninguna y porque el Celta les ayudó con sus imprecisiones en defensa. Un riesgo que Berizzo corrió de forma consciente, más preocupado por defender la idea que abandera su equipo, como un tesoro al que no debe renunciar. Mejor morir en el área de Casillas que escondido en la de Sergio. En el fútbol eliges la forma en que quieres ganar pero indirectamente también optas por la manera como vas a perder. El Celta cayó ante este Real Madrid semifinalista de Europa, en plena persecución del Barcelona, pero su imagen sale reforzada, agigantada.

Lejos de guardarse o de especular con la necesidad del Real Madrid -para el que no existía otra opción que la victoria tras el triunfo el sábado del Barcelona en Cornellá-, el Celta se fue como un tiro a por el rival. Ni una concesión, ni una mirada atrás. El mismo equipo que viene jugando en las ultimas semanas, con Augusto en el eje y por delante toda la artillería que tenía a mano Berizzo. El partido se transformó en un absoluta locura. Una delicia para los aficionados, un dolor de cabeza para algunos entrenadores. Los dos equipos convirtieron el medio del campo en una zona de transición por la que volaban los futbolistas, obsesionados por llevar el balón al área contraria. Fue más generoso el Celta en esa apuesta porque el Real Madrid -que eligió un 4-4-2 con el intrascendente Illarra de pivote- aún trató de juntar las líneas con la seguridad de que iban a multiplicarse sus opciones de contragolpear ante la generosidad de los vigueses.

El Celta corrió con ese riesgo convencido de lo que hacía. Poco le importó a los de Berizzo el intercambio de golpes en el que se transformó la contienda. Habrá quien piense que es un suicidio ante un equipo que presume de tener uno de los mejores ataques del mundo, demoledor con metros para correr. En las filas de los vigueses no hubo ni una duda. Una apuesta que comenzó dando resultado porque Nolito -que convirtió en un pelele a Carvajal- convirtió en gol una de sus primeras incursiones en el área tras un disparo al primer palo que dejó a Casillas con el molde, preguntándose de dónde había salido aquel balón.

Ni la ventaja en el marcador cambió el plan del Celta, entregado a su cruzada romántica. Siempre en la búsqueda del siguiente gol, con el convencimiento de que la mejor forma de cuidar del 1-0 era marcar el segundo. El problema es que ayer era el día para equivocarse, para regalar metros en exceso, para fallar en los cruces o en las entregas. Ahí encontró el Real Madrid la solución a sus problemas. Fueron los errores del Celta, las pérdidas en el medio y los graves errores en el marcaje -sobre todo en la banda izquierda donde Jonny sufrió de lo lindo al poner en práctica los marcajes al hombre que impone Berizzo y que ayer cobraron esepcial protagonismo- los que facilitaron el camino al Madrid que se encontró con dos goles caídos del cielo. Cada remate, un gol. Kroos y Chicharito -el nuevo recurso que ha encontrado el Real Madrid tras los problemas físicos de la plantilla- le dieron la vuelta al partido, pero tampoco pudieron doblegar la resistencia del Celta, inmune al desaliento. Insistieron los vigueses que pudieron empatar varias veces antes de que Santi Mina, en una carrera en la que le ganó la espalda a Marcelo superó a Casillas en la salida y marcó en el segundo remate después de que el balón golpease el poste. La locura del primer tiempo acabó con un afortunado gol de James que injustamente permitió que los de Ancelotti se fuesen en el descanso por delante.

La avalancha se reactivó en el segundo tiempo. Incluso agigantado porque el Celta hizo algo realmente bueno, juntar un poco más su medio del campo con la defensa para reducir las opciones de contragolpe y aumentar el dominio que resultó por momentos avasallador. El tormento resultó extraordinario con Orellana y sobre todo Nolito al frente de las operaciones. Pudieron caer goles de todas las maneras e incluso apareció Pérez Montero para no señalizar dos claros penaltis a favor del Celta. Al Real Madrid no le llegaba la camisa al cuello. Eran incapaces de construir un ataque sensato, de habilitar una carrera de Cristiano o tirar de sus habituales recursos. El partido era una barbaridad del Celta que empujaba sin desmayo, pero que de relente se olvidó de tapar una salida de Ramos. Uno de los pocos errores en el segundo tiempo del Celta. El sevillano tuvo tiempo de poner el balón en largo a la espalda de los centrales. El control y el remate de Chicharito hicieron el resto. La demostración de lo que esconde el banquillo de un equipo como ese.

No se rindió el Celta, decidido a ondear su bandera hasta el último aliento. Atacó mientras Ancelotti sacaba al campo todos los defensas que tenía a mano para frenar a un Celta que dio descanso a varios de sus futbolistas más importantes, pero que mantuvo su idea de morir de pie, en el área del Real Madrid. Una derrota llena de grandeza, de las que ayudan a construir. Y ya puede decir el marcador lo que quiera.