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El equipo celeste desata una tormenta de fútbol

El fútbol hace justicia con el Celta

El equipo gana en el Ciudad de Valencia después de un recital ofensivo - Encontraron el premio que merecían a cuatro minutos del final

Hugo Mallo felicita a Charles junto a Jonny, Pablo Hernández y Orellana. // Efe

La justicia llegó con retraso, pero lo hizo a tiempo. A cuatro minutos para el final del partido, después de haber desaprovechado una colección importante de oportunidades, el Celta encontró en el Ciudad de Valencia el justo premio a su esfuerzo, a su atrevimiento y al descaro con el que afrontó el partido desde su arranque. Otro resultado hubiese supuesto una traición a este deporte y un castigo exagerado para un Celta que se comportó con honestidad y entrega sobre un terreno de juego complicado debido las intensas lluvias caídas. La victoria viene con valor añadido por que supone además la salvación de forma virtual del Celta que deja la zona de descenso a diez puntos con diez jornadas por jugar. 35 puntos en el mes de marzo sacan a los vigueses de cualquier ecuación relacionada con el descenso.

El partido no admite apenas reproches al Celta y a Berizzo. El técnico argentino se comió por completo a Lucas Alcaraz que seguramente había descartado por completo encontrarse con un Celta tan volcado en ataque, tan poco preocupado de otra cosa que no fuese atacar. Y eso que el entrenador del Celta le avisó en la previa. Cumplió su amenaza de forma escrupulosa. El mal estado del Ciudad de Valencia seguramente invitaba a pensar a otra cosa -a echar mano del lado prudente que siempre lleva dentro un entrenador-, pero nada sacó a Berizzo de su plan. Ataque sin pausa con todos los futbolistas que fuese posible. De salida dejó a Radoja en el banquillo para entregar el equipo al doble pivote Augusto-Krohn; situó a Orellana de enganche y a Mina, Larrivey y Nolito por delante. No resulta sencillo reunir en un campo un once con semejante espíritu. Mina, que esta temporada siempre ha sabido rentabilizar sus minutos, era la gran novedad en un once que se sintió sobre el estadio del barrio de Orriols como si toda la vida hubiesen jugado en esas condiciones. Solo Augusto, siempre en su sitio, tenía restringidas las alegrías ofensivas. El resto era una oda a la verticalidad. El Celta atacó sin mirar atrás ni un momento y no desistió pese a que desde el principio se adivinó que la tarde estaba reñida con el gol. El Levante se vio desbordado por completo. Acostumbrado a medirse a otra clase de equipos, a guerrear en el medio del campo, Alcaraz juntó a Diop con Simao. Puso todo el músculo que podía para contrarrestar el talento del Celta y felizmente los vigueses demostraron que este deporte no consiste en los kilos que pones en la báscula.

El dominio resultó abrumador. Tenía paciencia el Celta en la construcción de la jugada, consciente de que debía asegurar los primeros pases para romper la barrera del Levante en el centro del campo. Porque una vez cumplido ese trámite se le abría el camino hacia la portería de Mariño. Aparecían metros y sobre todo atacantes. No contento con eso, Berizzo convirtió a Jonny y a Hugo Mallo en dos extremos más con lo que el partido se convirtió en una alegoría del fútbol ofensivo. En el minuto cinco Santi Mina tuvo la primera ocasión tras una espléndida carrera que demuestra la evolución física de este futbolista y que arregló Mariño con un manotazo soberbio. Era el aviso de lo que vendría a partir de ese momento. Sin noticias en el área de Sergio -algo que también hay que agradecer al excelente comportamiento de los centrales, que en un terreno inestable se mostraron seguros para solventar los pelotazos con los que el Levante trataba de atacar-, al Celta solo le fallaba una cosa: mejorar en su decisión final. Mucho dominio, abrumadora presencia en el área, situaciones de gol evidentes, pero pocos disparos. Volvía el Celta a ese hábito de buscar la solución más barroca para culminar sus acciones. Un pase más, un disparo más complejo, un regate que no pide la jugada...más claro lo tuvo Orellana al borde del descanso cuando estampó el balón en la palo de la portería del Levante en la opción más clara de la primera entrega.

El Celta jugó el segundo tiempo sin moverse ni un metro de la idea con la que apareció en el campo. Lo peor es que las ocasiones que comenzó a amontonar eran cada vez más claras. Eso siempre suele desatar un sentimiento de frustración que cuesta negociar, pero los de Berizzo se comportaron con madurez y entereza. Conscientes de su superioridad, insistieron en su planteamiento seguros de que tarde a temprano encontrarían el premio que merecía su ejemplar partido. La tuvo Nolito en un disparo ajustado y sobre todo Orellana tras un gran pase del sanluqueño. El chileño, a puerta casi vacía, envió el balón de manera incomprensible a un lateral de la red. Difícil no empezar a desesperarse.

Cambios

Alcaraz renovó la sangre del equipo con rapidez en busca de un poco más de fuerza para detener las oleadas viguesas (Sergio solo aparecía para blocar algún centro) y Berizzo no tardó en responder. A diferencia de otros días, el argentino movió el banquillo para que el equipo no perdiese intensidad en su carga. Pero el dibujo siguió siendo inamovible. Pablo Hernández entró por Mina para ejercer de mediapunta (Orellana pasó al costado derecho) y Charles ocupó el espacio de Larrivey. El resto, como estaba. Los laterales en el campo rival; los extremos, obligados a encarar, los medios en el balcón del área. Pudo marcar de nuevo Nolito en un saque de esquina; Orellana falló un cabezazo en la frontal del área pequeña. El 0-0 ya era algo incomprensible que a pocos minutos para el final parecía inamovible. Pero el Celta no desfalleció y acabó por encontrar el premio, ese brote de justicia que le ha faltado en otros días. Entre Nolito y Pablo Hernández fabricaron una jugada que culminó Charles metiendo la punta de la bota en el área pequeña. Una jugada ejemplar, soberbia, que supone la mejor explicación de lo que fue ayer el Celta. Por si fuera poco los vigueses jugaron los minutos que restaban ajenos al marcador, sin preocuparse por defender lo que tenía sino por atacar en busca de más. Jugaron el descuento en el área del Levante. La justicia había llegado sin prisa, pero lo hizo a tiempo. Lo merecía el Celta.

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