Un piscinazo grosero convertido en penalti por obra y gracia de Velasco Carballo a tres minutos del final estropeó una noche que parecía destinada para que el Celta diese el paso definitivo hacia la permanencia y abriese tal vez la puerta a sueños de mayor calado. Pequeño frenazo a la resurrección viguesa que no debería tener mayores consecuencias, pero que escuece por la manera tan ridícula en que se produjo. Por culpa de una jugada que más parecía una broma zafia. Sucedió en una noche de perros, en la que los de Berizzo aún lejos de su mejor versión tenían el partido en el bolsillo tras una buen arranque de segundo tiempo, pero en el que acabaron pagando dos errores a un precio muy alto. Uno propio -al encerrarse en exceso en su área cuando el partido no parecía reclamarlo-, y otro del colegiado internacional, que le desacredita por completo. A cinco metros, sin nadie que le impidiese la visión, Velasco sancionó con penalti la caída en diferido de Víctor Rodríguez en el área viguesa. Pocas acciones más grotescas que ésta. Ni el Elche lo reclamó. En medio de la indignación general Lombán marcó en el único remate entre los tres palos de los ilicitanos en todo el partido e igualó el tanto con el que Krohn-Dehli había adelantado a los vigueses en los mejores momentos del equipo de Berizzo.

El Celta de todos modos no puede escudarse únicamente en la figura de Velasco Carballo, cuya presencia empieza a ser demasiado incómoda en Vigo. El partido nunca debía haberse escapado pese a que los de Berizzo estuvieron muy lejos de su mejor versión y gestionaron mal la ventaja en el marcador, que tanto trabajo les costó conseguir frente a un equipo solidario y trabajador que sabe plantarse en el terreno de juego. Y eso que el comienzo ofreció una imagen algo engañosa de lo que sería el resto del partido. Porque el Celta echó la pelota al suelo y durante quince minutos el Elche se dedicó a perseguir sombras por el campo. Siempre llegaban tarde. Toque y finura pusieron los vigueses en esa puesta en escena vigorosa que jugaron como empujados aún por la victoria en el derbi de hace nueve días. Faltó remate en ese entusiasmo inicial porque la presencia del Celta en el área rival fue constante. Cuestión de precisión parecía.

El problema fue que el Elche encontró el orden que buscaba y el Celta se olvidó de lo bueno que sabe hacer. Agobiado por la presión del Elche en el medio del campo, donde consiguieron cerrar los caminos hacia Krohn-Dehli, los de Berizzo se entregaron a la cultura del pelotazo, lo que facilitó el trabajo de la defensa rival. Se perdió en esa clase de partido el Celta. Sin poner el peligro su portería, porque el Elche solo asustó en disparos lejanos, pero la producción de los vigueses se detuvo. Orellana, Charles -que repetía titularidad- y Nolito desaparecieron de la escena y eso nunca es una buena señal para el Celta. El plan comenzaba a salirle bien a Escribá, un tipo discreto que sabe lo que quiere y extrae petróleo de sus recursos.

Berizzo encontró el camino en el segundo tiempo. El Celta recuperó la idea con la que había saltado al campo y el Elche se fue descomponiendo poco a poco. Entraron en juego los mediocampistas -el factor desequilibrante de Krohn en ese sentido volvió a ser esencial-, los laterales se hicieron presentes en el campo rival y Nolito le puso al partido la magia que se reclamaba. Había avisado el andaluz, también Charles en un remate acrobático, Orellana...el gol comenzaba a olerse pese a los esfuerzos del magnífico Tyton por mantener su portería a cero. El Elche acabó por caer de maduro. Sucedió en una jugada de Nolito que se inventó una autopista para que Jonny llegase a la línea de fondo. El marinense, con asombrosa tranquilidad, entregó el gol a Krohn para que empujase a la red y el público pudiese reclamar su renovación con más claridad.

El trabajo parecía hecho en ese momento. Tyton seguía apareciendo en escena -una parada suya a Radoja es de lo mejor de esta Liga- y Sergio amenazaba con quedarse helado por baja actividad. Faltaba la sentencia porque el Celta era dueño por completo del partido. Sin embargo, Berizzo dio un paso atrás. Radoja retrasó su posición cuando el Elche comenzó a acumular gente de ataque. En vez de pensar en el 2-0 el Celta se dedicó a cuidar del gol que tenía de ventaja. Con el equipo cansado, el técnico argentino volvió a racanear con los cambios pese a que había jugadores sobre el campo que llevaban tiempo con la boca abiera buscando oxígeno. Alex López tuvo quince minutos y Larrivey, apenas seis. Eso permitió al Elche acercarse a la portería de Sergio aunque sin llegar a disparar. Una situación que debería haberse evitado y que ya se ha repetido en otras ocasiones. No lo pedía ni el partido ni el rival. Y el resto lo hizo Velasco Carballo. El internacional -lo que explica algunas cosas sobre cómo funciona el colectivo arbitral- sancionó con penalti la caía propia de un pésimo actor de Víctor en el área del Celta. En medio de la indignación general Lombán empató el partido. Con la rabia en el cuerpo los de Berizzo se fueron en el descuento en busca del segundo gol y se quedaron a unos centímetros de lograrlo con un par de soplidos. La prueba de que perdieron mucho tiempo mientras se preocuparon por defenderse.