A Luis Enrique le queda mucha mili por delante. Se lo recordó el titánico Real Madrid que está modelando Ancelotti y que va encadenando recitales sin importarles quién se coloca enfrente. En el día que mucha gente había elegido para medir al entrenador azulgrana, el Barcelona acabó zarandeado por su eterno rival en una segunda parte que derivó en absoluto naufragio culé. Solo Mascherano y algunos errores infantiles de los delanteros blancos en los últimos metros impidieron un resultado terrorífico para un equipo que no pudo jugar ni competir al ritmo del entusiasta Real Madrid, inalcanzable ahora mismo para este Barcelona extraño que Luis Enrique envió al terreno de juego. El madrugador gol de Neymar en la primera llegada sirvió como cortina de humo y retardó la remontada de los blancos que jugaron una segunda parte propia de un equipo maduro, autoritaario, seguro en su área, despiadado tras cada recuperación y que ya se ha convencido de que puede discutirle la posesión al Barcelona, algo impensable en las últimas temporadas.

La alineación le pesó demasiado al Barcelona. Extrañas decisiones las de Luis Enrique. Es como si el técnico se sintiese observado en exceso y eligiese los futbolistas para dejar claro que nada le arruga y que es capaz de salir al Bernabéu con el pecho por delante. Le dio la titularidad a Luis Suárez -que regresaba a los campos tras su sanción de cuatro meses- y rompió una regla sagrada en los últimos años, jugar el clásico con menos centrocampistas que el Real Madrid, algo que se agrava ante la evidencia que ahora mismo ni Busquets, ni Iniesta ni Xavi son los mismos que hace un par de años. Enfrente el Real Madrid profundizó en la idea que está abrillantando su juego, sin medio defensivo y con Isco evitando que el equipo se rompa en el centro. Veremos cómo responde Ancelotti cuando Bale se recupere, pero ahora mismo su equipo es reconocible y temible. Mantiene su instinto salvaje cuando puede correr, pero cuando no puede hacerlo mastica las jugadas desde la posesión, tan poco valorada en otro tiempo.

Con esas alineaciones el partido salió desmadrado. Marcó Neymar con el público sentándose en su asiento y aquello fue el banderazo de salida para un duelo disparatado con los dos equipos circulando por el medio del campo con cierta velocidad para apretar a las defensas. Ahí se vio la primera diferencia evidente entre ambos equipos. El Madrid se sostuvo con decencia; mientras al Barcelona se le empezaron a ver costurones. Dos de ellas resultan sangrantes: Dani Alves y Piqué. Algo ha hecho mal el Barcelona cuando después de un verano de fichajes sigue compareciendo en el Bernabéu con dos futbolistas en evidente retirada. Por la derecha el Real Madrid, con Marcelo viviendo en la línea de fondo rival, encontró un filón. Llegaron ocasiones de toda clase antes de que el central internacional, de forma absurda se desmayase para cortar con el brazo un centro raso. Una nueva evidencia de que su cabeza no está donde debe. Cristiano Ronaldo igualó desde el punto de penalti para darle al Real Madrid la tranquilidda que necesitaba para encarar el segundo tiempo.

Porque tras el descanso el Barcelona fue un espectro desbordado. Perdió porque perdió todas las peleas contra el Real Madrid. Fue menos solidario, más inseguro a balón parado, más previsible en ataque y mucho más lento. Colapsaron por completo en manos del grupo de Ancelotti que marcó el segundo gol en un cabezazo de Pepe inapelable. A partir de ahí se vino un ciclón encima del Barcelona en el que sus futbolistas fueron desertando poco a poco. Ya había pocas noticias de Messi, Neymar -salvo el gol- o los centrocampistas. Nada más dijeron. Suárez apuntó detalles de su infinito talento en el área rival, pero aún le quedan partidos para dar su nivel. En medio del desbarajuste solo despuntó Mascherano, una roca clavada en el corazón de su área. Allí murieron muchos de los ataques del Real Madrid. Los blancos, solidarios como nunca, parecían búfalos después de cada robo y por ahí al Barcelona le pudo caer un saco. Benzema -puro talento, el mejor de los suyos junto a Isco- anotó el tercer gol tras una calamidad colectiva de los azulgrana que comenzaron sacando un córner y diez segundos después estaban recogiendo el balón del fondo de su portería. Un despropósito que resume las dudas del Barcelona y la voracidad de un Real Madrid que superó a los azulgrana en todos los aspectos del juego y que ahora mismo es mejor equipo que su rival. Aunque la clasificación diga por el momento lo contrario. Los tiempos han cambiado y el Real Madrid al fin se ha convencido de que puede competir con el Barcelona en el terreno que ha dominado durante más de un lustro.