El racismo es la expresión más elevada de la estupidez humana. Queda totalmente en evidencia cuando un pueblo vota un día por la restricción a la entrada de inmigrantes y al otro aplaude con todas sus fuerzas los éxitos de una selección plagada de hijos de esos mismos inmigrantes. Y es que los jugadores de origen balcánico, sobre todo, forman la base del actual equipo nacional de Suiza. Este pequeño país europeo no soñaba hasta hace unos años con juntar una generación como la actual, y posiblemente los últimos años compitiendo a alto nivel y las buenas expectativas de cara al futuro serían imposibles sin los hijos de aquellos que llegaron a uno de los estados más desarrollados del mundo en busca de un futuro mejor

El lateral Ricardo Rodríguez tiene progenitores de Galicia y Chile; el mediocentro Inler es de ascendencia turca; Behrami, que le acompaña en la medular, nació en Kosovo; Dzemaili dio sus primeros pasos en Macedonia; los orígenes de Mahmedi están en la antigua Yugoslavia y por las venas del punta Drmic corre sangre croata. Y son solo algunos ejemplos, porque la multiculturalidad es lo que marca a la actual generación que representa al país de los Alpes y que dirige el alemán Ottmar Hitzfeld.

Uno de ellos destaca sobre los demás. Se trata de un extremo que no llega al 1,70 de altura y que en el Bayern de Munich es suplente. Sin embargo, Xherdan Shaqiri hace maravillas con su rspidez, desequilibrio, habilidad y potencia cada vez que salta al césped de Allianz Arena. Shaquiri, de origen albanés, destaca sobre sus compañeros en un combinado en el que la fuerza reside fundamentalmente en la lucha colectiva, en priorizar el colectivo heterogéneo sobre las individualidades. Sus tres goles contra Honduras confirmaron que se encuentra en un gran momento de forma, pero sus palabras tras sufrir el calor y la humedad insoportables de Manaos confirmaron el otro extremo, la solidaridad de la plantilla suiza. "Mucho calor, pero cada uno corrió por el otro para ganar. Fue una conquista del grupo", difjo con humildad después de sacar a pasear su brillante zurda en tres ocasiones y llevarse el balón de la contienda para su casa.

Shaquiri juega casi siempre en la banda derecha pero puede adaptarse, y lo hace con frecuencia, a la izquierda. Tampoco le es ajena la posición de mediapunta. Sus arrancadas son casi imparables y destacó, antes de fichar por el gran mastodonte alemán, en un equipo que en los últimos años está sorprendiendo a Europa, que establece una dictadura en su liga local y que parece una fábrica inagotable de talento, el Basilea. En esa ciuda del norte de Suiza, la más industrial y menos señorial de la Confederación Helvética, Shaquiri dio sus primeros pasos.

Como todo chico de un país desarrollado del norte y centro de Europa, sus orígenes futbolísticos están en una escuela de fútbol, no en la calle como se refleja en tantas historias vitales de jugadores sudamericanos. Ingresó en la cantera del FC Basilea, en donde destacó en los torneos internacionales en la categoría juvenil y en 2009, siendo todavía adolescente, ascendió al primer equipo. Su habilidad no se podía desaprovechar y tuvo que quemar etapas muy rápidamente. Tres años, 92 partidos y 18 goles le sirvieron para conquistar tres ligas y dos copas en Suiza, así como para coleccionar títulos individuales en la liga alpina. Su gran oportunidad llegó en el mercado invernal de 2012, cuando el gigante Bayern de Munich pagó cerca de 12 millones de euros por sus servicios. Desde entonces lo cierto es que jugó en muchos partidos y su faceta goleadora sigue siendo destacable, aunque no logra asentarse, ni mucho menos, en la titularidad. Participó en la conquista de la Champions League de 2012 y en las dos últimas ligas. Con solo 22 años es el futuro claro de los bávaros pero de momento, con Robben y Ribéry a tan alto nivel, se antoja complicado que pase a ser una primera opción para Guardiola.

Pese a su juventud ya cuenta con una buen número de trofeos en sus vitirinas, una experiencia en las grandes citas que los suizos deben valorar mucho de cara a este Mundial y a las futuras grandes competiciones internacionales. Suiza vuelve a unos octavos de final en los que cayó en el Mundial de 2006. Las opciones no son ni mucho menos altas, teniendo en cuenta que por delante le queda un encuentro contra la Argentina de un Leo Messi enchufadísimo. Además, la goleada sufrida contra Francia desvela que ante delanteras poderosas el sistema defensivo suizo tiene más agujeros que uno de sus quesos. Sin embargo Shaqiri, llamado en su país el "Messi de los Alpes", tiene una oportunidad única de ganarse de verdad ese sobrenombre. El martes Suiza anunciará al mundo si tiene realmente nivel para competir hasta las rondas finales o su tope está, simplemente, en clasificarse para las grances citas.