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Del Bosque debe testar en la despedida y cierre

Del Bosque debe testar en la despedida y cierre

A la selección española le aguarda el partido de la basura. Contra Australia tendrá que jugar la despedida y cierre. Es la gran ocasión para que Vicente del Bosque arriesgue y comience a planificar el futuro, aunque no sea él quien lo dirija. Debe ser su testamento. Vencida y humillada, la Roja requiere cambio de ciclo dado que el anterior, glorioso por otra parte, ha terminado. Del Bosque creyó en sus fieles, en quienes le habían llevado a dos triunfos extraordinarios y no reparó que aquellos que hace seis años maravillaron al mundo estaban en caída. Y, además, entre los veintitrés seleccionados había mayoría de futbolistas que habían acabado la temporada auténticamente molidos. Físicamente cabía esperar muy poco de ellos. Del Bosque debe aprovechar el último partido para fijar su testamento.

Pocos días antes de que comenzara la concentración, durante la celebración que la Federación Española dedicó a la Eurocopa del 64, a la que fueron convocados los supervivientes y a la que fui invitado puesto que como periodista participé en la misma, tuve ocasión de conversar con el seleccionador, con quien mantengo una magnífica relación desde hace años y no sólo por las cuestiones futbolísticas, sino también por nuestras creencias personales. Con todo cariño le dije que el equipo estaba fundido. Ya había comentado que faltaban algunos hombres con quienes no había contado y que habían tenido mejor final de temporada. Vicente me dijo que había tiempo para que los seleccionados pudieran recuperarse físicamente y afrontar el Mundial en buenas condiciones.

Los partidos no le han dado la razón. La mayoría de los jugadores han mostrado carencias físicas notables. Algunos no han aguantado ni medio tiempo. En otros se ha notado sobremanera que su final de campaña, con lesiones que no han podido superar plenamente -Piqué, Jordi Alba, Diego Costa, pongamos por caso-, ha influido en su contra.

Al margen de esta cuestión ha existido la del juego desarrollado. Se dijo que el sistema era innegociable. Se afirmó que había que mantenerse fieles al toque que tantos triunfos había proporcionado. Contra Holanda se manifestó el tiqui-taca durante veinte minutos. Después se perdieron los papeles y se acabó jugando a lo que saliera. Ocurrió algo parecido contra Chile, con el agravante de que ni siquiera se logró marcar lo que se llamaba el gol del honor.

Dije tras la infamante derrota ante Holanda que la selección requería una revolución como la que llevó a cabo Luis Aragonés después del Mundial de Alemania. Se desprendió de los jefes del vestuario, aunque entre ellos estaba Raúl. Aragonés, que tenía el genio más corto que Del Bosque, cuando un periodista le insistió en el asunto de Raúl respondió: "Dígame qué hemos ganado con él en el equipo". Efectivamente, hasta España fue eliminada en la Eurocopa de Holanda y Bélgica cuando Raúl lanzó fuera un penalti decisivo ante Francia y que nos costó la eliminación. Del Bosque no la hizo contra Chile. Puso parches.

No era exactamente el mismo caso el de los hombres fuertes del equipo, porque todos ellos habían ganado Eurocopa y Mundial. Sin embargo, estaba claro que ya no eran los mismos. Casillas no ha sido titular en el Madrid; Xavi ha sido relevado en el Camp Nou; Piqué ha salido lento e impreciso de una lesión; Jordi Alba, también con una importante dolencia y una larga ausencia del campo, no ha podido ser el peligroso corredor de la banda; Busquets ya mostró en los amistosos que no estaba para muchos trotes, perdía más balones en medio tiempo que en media temporada; Iniesta, siempre tan ponderado, no ha sido en el Barça el de antes; Cesc ha pasado de la gloria a la mediocridad en su club y sale del mismo; Pedro no ha jugado muchos partidos en el Barça y, aunque siempre se le echó de menos, a la hora de la verdad tampoco ha sido muy eficaz su labor.

Hubo obsesión por conseguir la nacionalización de Diego Costa y con ello se adquirió el compromiso de alinearle. Costa ha sido el mejor delantero de la temporada y, con su colaboración, el Atlético ha conseguido una temporada extraordinaria. La duda metafísica residía en saber si su juego se prestaba al toque de la selección, y se ha demostrado que no. Jugar al contragolpe le habría favorecido. Lo mejor fue provocar el penalti contra Holanda. El resto ha sido casi insignificante pese a su plausible esfuerzo. Se podrá decir que ésos eran los mimbres, que había pocos posibles cambios, pero ello era, en definitiva, la realidad y, por lo tanto, no hay que sorprenderse por lo ocurrido.

Del Bosque se ha mantenido en la duda. Aunque ha querido agradecer los servicios prestados a varios hombres que han sido tan importantes, ha terminado por consentir que el equipo no jugara a nada en concreto. Perdió sus raíces. Malbarató su identidad.

En Brasil-50 los responsables de la selección, contra Suecia, partido final en el que ya no había nada en juego, dieron paso a varios jugadores. También perdieron y ya no había motivo para la condena. Contra Australia no cabe otra salida que, además de complacer a algunos de los que no han jugado un minuto, dar un toque que mire hacia el futuro. Loado sea el pasado. Volvamos a mirar con ilusión el porvenir. Aunque de nuevo nos topemos con los cuartos de final.

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